Introducción.- Cuando uno se acerca al mar muerto, con tal cantidad de sal que es imposible que surja ninguna vida, en medio del desierto de Palestina, entiende fácilmente esta imagen de vida que plantea la Escritura en la primera lectura.
Estas aguas fluyen hacia la comarca levantina, bajarán hasta la estepa, desembocarán en el mar de las aguas salobres, y lo sanearán. Todos los seres vivos que bullan allí donde desemboque la corriente, tendrán vida; y habrá peces en abundancia. Al desembocar allí estas aguas, quedará saneado el mar y habrá vida dondequiera que llegue la corriente.
Pero, ¿cuál es esa agua de que se nos habla? ¿Qué agua es la que nos trae la vida? ¿Dónde está esa agua de la que también nos habla el evangelio que nos trae la salud y la vida?
Esa agua que da la vida es una imagen del agua del bautismo, el agua en el que nosotros también un día fuimos llevados a la vida.
Petición.- Señor, que caiga en la cuenta hoy en mi oración de lo que supone el bautismo y renueve mi adhesión a ti.
Una imagen.- Podemos hay hacer la oración contemplando una fotografía que hace quizás mucho que no hemos visto: la fotografía de nuestro bautismo. Puede ayudarnos el tenerla delante de nosotros en el tiempo de oración. Y si no el recuerdo de ese momento nos bastará.
- Contemplo la fotografía y me pregunto ¿qué ocurrió aquel día? ¡Sí! Me hice hijo de Dios, quedé limpio de mi culpa, volví a vivir…
- Recuerdo la escritura de hoy y veo como me llega el agua y me purifica, y cómo ese hombre que no puede ser introducido en la piscina al que Jesús le cura…
- Doy gracias a Dios por el bautismo.
No tengo a nadie…- «Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se remueve el agua; para cuando llego yo, otro se me ha adelantado.» Sin embargo yo puedo recordar a quien me llevó hasta las aguas de la vida… mis padres, mis padrinos…
- Recordar agradecido a todas las personas que me han acercado a la vida de Dios: familiares, en el grupo, en mi parroquia… Recordar a cada uno con sus nombres y apellidos y darle las gracias a Dios por haberles puesto en mi vida. Y rezar por ellos.
Un compromiso.- ¿Y no habrá hoy jóvenes que puedan decir lo mismo, que nadie les lleva hasta las aguas de la vida y que ellos no pueden ir porque no saben el camino? ¿Y no estaremos nosotros llamados a ser ese que les conduzca hasta la fuente de la vida?
De mi oración salir con una mirada nueva. Y pedirle a Dios las fuerzas para poder hablarle de Él a algún compañero de clase o del trabajo. Para ser yo quien les lleve el agua de la vida.
Porque ¡hay tanta agua… y tanta sed…!