Puntos para la oración 13 marzo 2010

El profeta Oseas nos invita a pegarnos más y más al corazón del Señor. A vivir una cuaresma en actitud orante: mirando al Padre para que se purifique nuestro corazón

Efectivamente, nos resulta muy consolador que, al profundizar en el corazón del Padre, su acción en nuestra vida, observamos como nos va purificando. Pero tantas veces comprobamos cómo esos desprendimientos no buscan sino sanarnos.

Pide Oseas que también nos esforcemos por conocer a Dios. Que vayamos a El sin miedo. Pues no se hará esperar y así viviremos en su presencia. De hecho, en ciertas circunstancias, palpamos que nuestro amor hacia El se disipa rápido, como el rocío. Experimentamos la inconstancia de nuestro corazón cuando no buscamos nuestra fuerza en su amor.

PETICION: Danos, Señor, ese amor firme, sincero y conocimiento tuyo

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En el Salmo observamos dos actitudes que nos pueden ayudar en esta Cuaresma;

1) Tú no desprecias un corazón contrito y humillado

2) Una vez “reconstruidos los muros aceptarás los sacrificios rituales”.

Al poner el énfasis (la actitud de nuestro corazón) en el dolor por nuestro olvido de Dios y desear humillarnos por ello, experimentamos que El no nos desprecia. Todo lo contrario. La paz y alegría nos inundan. La comprensión y caridad brotan con más espontaneidad de nuestra alma.

Entonces, dice el Salmo (una vez reconstruidos los muros) sí que acepta el Señor los sacrificios exteriores. Pues van acompañados de obras: en nosotros (dolor y humillación), para los otros (comprensión, cariño, perdón).

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Asimismo, el Evangelio, nos presenta dos actitudes de oración ante Dios.

Una, la del que busca en sus obras su confianza para ser escuchado. Otra, la del que no se atreve incluso a dirigirse al Señor. Y, si lo hace, es reconociéndose pecador, indigno de acercarse a El “manteniéndose a distancia” dice el texto.

Es posible que, sin expresarlo de palabra, alguna vez se nos cuele en el interior la seguridad que da el haber conseguido un status. Quizás nos sentimos fuertes por haber superado cosas, situaciones…Esto, que de por sí es positivo y agradable a Dios, nos invita el evangelio a referirlo al Señor.

Ciertamente, para orar, no debemos apoyarnos nada más que en Dios y sobre la base de reconocernos pecadores. Así será agradable nuestra oración. ¿A qué persona que empieza su oración acordándose de sus pecados, faltas y miserias se le ocurre criticar ó menospreciar a otros? ¿Verdad que a nadie? Nuestro Dios nos asegura acordarse, escuchar y “justificar” al que se abaja. ¡Qué importancia da el Evangelio a una relación sencilla, atenta y amable con los demás! Podríamos decir que aquí late el corazón de la Cuaresma. Esa sangre purificada de: todo engaño, comparación, apoyo en las propias obras, desprecio del otro.

Enlazamos así con la 1ª lectura (mirada al Padre para que se purifique nuestro corazón) y con el Salmo (una vez purificados aceptas nuestros pequeños sacrificios).

Que al vivir-rezar todo esto, junto y en el corazón de Santa María, experimentemos la paz y fuerza que da sentirse purificados, perdonados y renovados por el Señor Jesús; tanto en la confesión como siempre que fallamos y pedimos perdón.

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