Puntos para la oración 5 marzo 2010

Hoy es primer viernes de mes, dentro de la Cuaresma. Las lecturas de la Misa (José entregado por sus hermanos y la parábola de los viñadores homicidas) son un anuncio dramático de la Pasión. Podemos aprovechar nuestra oración de hoy para contemplar el Corazón de Jesús, que sufre y muere por mí. La contemplación progresiva de la Pasión durante estas semanas que faltan para la Semana Santa puede ser un medio privilegiado para prepararnos para vivir el misterio de nuestra Redención.

Oración preparatoria

  • Me pongo en presencia de Dios y pido la gracia de la oración.

«Ven, Espíritu Santo. Conocimiento interno del Señor, que sufre y muere por mí».

«Madre, tus ojos para mirarle, tus oídos para escucharle, tu Corazón para amarle»

  • Como composición de lugar, puedo representarme a Jesús diciendo esta parábola ante la multitud e imaginarme los sentimientos que le brotarían al narrarla.

1. “Había un propietario que plantó una viña, la rodeó con una cerca…”

  • En sentido literal, la viña es el pueblo judío (“la viña del Señor es la casa de Israel”). A Jesús se le vendrían a la memoria los inmensos cuidados de Dios para con su Pueblo.
  • Pero la viña también soy yo. Puedo pensar en los planes de Dios para conmigo (para lo que me plantó), y hacer memoria de sus cuidados para con mi alma (pensando cuáles son en mi caso „la cerca‟, „el lagar‟, „la casa del guarda‟…).

2. “Llegado el tiempo envió a sus criados” “Pero apalearon a uno, mataron a otro…”

  • Dios esperaba de Israel que diera fruto. Contemplo el dolor del Corazón de Jesús ante la falta de correspondencia, que describe como abierta hostilidad ante las llamadas de Dios por medio de los profetas.
  • Reflexiono sobre cómo recibo yo las llamadas de Dios: las llamadas a la conversión en esta Cuaresma, las mediaciones de mi guía o de mi director espiritual.

3. “Por último les mandó a su hijo” “Y, agarrándolo, lo empujaron fuera de la viña y lo mataron”

  • Es el mismo Hijo el que cuenta la parábola con su trágico final. Lo agarrarán, lo empujarán fuera de la viña (Jerusalén) y lo matarán. Y Él lo sabe. Y, a pesar de saberlo, acude a la viña como llamada definitiva a la conversión. Los sentimientos de Cristo los deducimos de las lecturas de hoy: dolor ante la ingratitud y la injusticia de los viñadores y ante la traición de sus hermanos (Evangelio y 1ª lectura) y entrega por nuestra salvación y confianza inquebrantable en el Padre (salmo).
  • Tengo que hacerme consciente de que yo estoy entre los „viñadores homicidas‟, de que a Cristo lo he matado yo, y no sólo los judíos hace dos mil años. Le pido, por tanto, a la Virgen el milagro de mi conversión para que no tenga que oír yo de labios de Jesús, como una condena cargada de dolor “se os quitará a vosotros el Reino de los cielos…”, sino que, por gracia de Dios, esté entre “el pueblo que produzca sus frutos”.
  • En este primer viernes, puedo hacer propósitos concretos para reparar las ingratitudes y faltas de correspondencia, mías y de los demás, que tanto hacen sufrir a Jesús.

Al final, hago el examen de la oración.

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