Oración inicial. Señor: enséñame tus leyes. Abre mi inteligencia para comprender las Escrituras. Abre mi corazón, mi alma y mi mente, para que te ame a Ti y ame así al prójimo.
Puntos de oración. Las lecturas de hoy tienen un tema común: “los mandatos y decretos” del Señor –en expresión de la primera lectura y salmo-, “la Ley y los profetas” –según el evangelio-.
I) Las lecturas nos enseñan las actitudes que debemos tener ante los mandatos de Dios.
1. Glorificar y alabar al Señor, su Autor, “porque con ninguna nación obró así, ni les dio a conocer sus mandatos” (Salmo). Ellos son nuestra sabiduría y nuestra inteligencia (primera lectura). Despreciar la Ley es, por tanto, una muestra de falta de sabiduría e inteligencia. La ley del Señor es justa, nos dice la primera lectura.
2. Escuchar los mandatos: “Ahora Israel, escucha los mandatos…”
3. Cumplirlos y enseñarlos (frente a saltárselos y enseñárselos así a los hombres). Enseñarlos más encarnándolos en la propia vida (“poned por obra los mandatos…”) que con las palabras –aunque también con ellas-.
II) ¿Cuál es la ley y los profetas? Veamos qué nos dice el Nuevo Testamento:
1. Felipe se encuentra con Natanael y le dice: “Ese del que escribió Moisés en la Ley, y también los profetas, lo hemos encontrado: Jesús el hijo de José, el de Nazaret” (Jn 1, 45). Luego ¡la Ley está orientada hacia Jesús, mira hacia Él!
2. Mas aún, dice la carta a los Romanos: “el fin de la ley es Cristo, para la justificación de todo el que cree” (Rom 10, 4). Así que, como nos revela Jesús en el evangelio de hoy, Él ha venido a llevar la Ley a su plenitud , a darla todo su sentido
III) Y ¿cómo debemos vivir la Ley?
1. No, desde luego como el Sanedrín y los príncipes de los judíos. ¡Jesús fue llevado a la muerte, precisamente por la Ley! -según la interpretación suya- Dijeron a Pilato: “Nosotros tenemos una Ley y según esa Ley debe morir, porque se tiene por Hijo de Dios” (Jn 19, 7).
2. Tampoco como los fariseos, de quienes dice Jesús: “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que pagáis el diezmo de la menta, del anís y del comino, y descuidáis lo más importante de la Ley: la justicia, la misericordia y la fe!” (Mt 23, 23). Así que lo más importante de la Ley es la justicia, la misericordia y la fe con que la ponemos por obra, y no tanto la norma en si misma, como mero “cumpli-miento”.
3. En otro pasaje dice Jesús: “Todo cuanto queráis que os hagan los hombres, hacédselo también vosotros a ellos; porque ésta es la Ley y los Profetas” (Mt 7, 12). Y más adelante, ante la pregunta: “Maestro, ¿cuál es el mandamiento mayor de la Ley?”, respondió: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el mayor y el primer mandamiento. El segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos penden toda la Ley y los Profetas” (Mt 22, 36ss). ¡Luego la Ley y los Profetas han sido llevados a su plenitud en el mandamiento nuevo del amor: el amor a Dios y el amor al prójimo!
4. Y después de la resurrección, Jesús nos reveló el significado profundo de la Ley y los Profetas, diciendo: “Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos acerca de mí.”» Y, entonces, abrió sus inteligencias para que comprendieran las Escrituras, y les dijo: «Así está escrito que el Cristo padeciera y resucitara de entre los muertos al tercer día…” (Lc 24, 44ss). ¡La muerte y la resurrección de Jesús son el cumplimiento definitivo de la Ley y los Profetas!
Oración final: Madre nuestra, Santa María, guárdanos muy bien de olvidar las acciones de Dios que vieron nuestros ojos, que no se aparten de nuestra memoria mientras vivamos; que se las contemos así a los demás. Que ame hoy al Señor con todo mi corazón, con toda mi alma y con toda mi mente. Y que ame hoy al prójimo como a mí mismo, y mejor, como Tú nos has amado.