Puntos para la oración 12 marzo 2010

El Evangelio de hoy supone una invitación a reflexionar y revisar nuestra relación con Dios y con las personas que nos rodean.

El escriba pregunta a Jesús cuál de los mandamientos es el primero de todos. Este escriba le pide una respuesta y Jesús le da dos.

Jesús responde que el primer mandamiento es amar a Dios “con todo el corazón...”, pero dice inmediatamente otra segunda respuesta no preguntada por el escriba: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo…” y concluye afirmando que “no hay mandamiento mayor que éstos”.

“Amar a Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser”.

Es un magnífico canto de la vida agradecida al Dios que nos ha creado. Saborear el canto del Magnificat con María, nuestra Madre, y dejar que el corazón se expansione en agradecimiento. El don de sentirnos y sabernos amados por Dios.

Amar a Dios con todo lo que somos es unirse tan íntimamente a Él que nadie podrá apartarnos de su amor.

“Amarás a tu prójimo como a ti mismo…”

Al lado de ese amor pleno a Dios, Jesús hace una especie de complemento que ya venía anunciado en el Antiguo Testamento. Amar a Dios es tener presente al prójimo, al próximo, al que está a nuestro lado. No se nos hace difícil la relación con quien no convivimos; por eso, nuestras dificultades pueden venir del trato con quienes convivimos, pero ahí está el mérito y la grandeza de este deseo de amar al prójimo.

No es amar sólo la creación física de Dios. No es amar la belleza de la naturaleza o las profundidades del mar… La novedad de Jesús es que nos invita a amar a los seres humanos por los cuales dio la vida.

Lo grande de este texto se centra precisamente en la invitación a amar no sólo a Dios sino a la criatura herida por el pecado. No habla Jesús de que tenemos que amar al que cree en Dios, o al que intenta ser perfecto, ni siquiera al que ama a Dios… Jesús abre el abanico del amor que Dios quiere: un amor generalizado a todo prójimo a toda persona humana sin distinción de ningún tipo…

Cuando la presencia de Dios se difumina en el mundo debido a la presencia del pecado, también se debilita el amor al prójimo. Ejemplos en la historia humana los tenemos por millones. A menor presencia de Dios en una sociedad, mayores injusticias para los seres humanos (rupturas, odios, aborto, eutanasia…). Y a escala personal, cuanto más nos alejamos de Dios, más se debilitan las relaciones fraternas con los demás.

El reino de Dios significa equilibrar estas dos partes del mismo mandamiento. Amando a los demás estoy amando a Dios y viceversa.

No me puedo refugiar en el amor abstracto a Dios si no soy capaz de amar en lo concreto al prójimo que me rodea.

El escriba estaba cerca del reino de Dios porque entendió el mensaje, ahora lo único que le quedaba por hacer es vivirlo… como nos ocurre a nosotros…y por eso recurrimos a la oración y los sacramentos, para recibir la gracia y la fuerza.

Oración final: Señor, Padre santo, que quisiste, por disposición admirable, que la bienaventurada Virgen María estuviese presente en los misterios de nuestra salvación, concédenos, atendiendo a las palabras de la Madre de Cristo, hacer aquello que tu Hijo nos ha mandado en el Evangelio.

Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

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