Recuerdo algunos de los consejos que propone Abelardo de Armas en su libro, Rocas en el olaje. En el capítulo, Cinco palabras para vivir, comenta con detenimiento, para las personas que han hecho unos Ejercicios Espirituales, las siguientes palabras: huye, respira, come, consulta, propaga. La palabra “respira” la relaciona con la vida de oración. Normalmente no suelo pasar ni un solo día sin comer. Pero, ¿de qué me sirve comer si se ha parado el corazón? ¿Puedo mantener viva la vida de fe sin la oración de cada día?
Vivir de fe es creer que soy criatura, que no me puedo salvar a mí mismo, que hay muchos acontecimientos que me superan, y por tanto, necesito ayuda. A veces me encuentro tan indefenso como una viuda o tan enfermo como un leproso. Para recibir la curación sólo tengo que reconocer que estoy enfermo y necesitado y desear y esperar la salvación con fe. He sido llamado para la salvación.
Lee muy despacio el pasaje del Evangelio que hoy nos propone la liturgia.
De nuevo encontramos a Jesús en la sinagoga de Nazaret. Le exigen signos y prodigios como ha hecho en las ciudades cercanas, pero dudan de él, no le creen, no entienden el mesianismo que él propone y vive. Esperan otro tipo de reino
Recuerda a su pueblo, que lo mismo pasará con ellos como sucedió en Israel en tiempos de los profetas Elías y Eliseo.
Después de una gran sequía y hambruna en Israel, el profeta Elías fue enviado a una tierra extrajera, Sidón, a socorrer a la viuda de Sarepta. Cuando estaban a punto de perecer de hambre esta viuda y su hijo.
“Y muchos leprosos había en Israel en tiempo del profeta Eliseo; sin embargo ninguno de ellos fue curado, más que Naamán, el sirio”. Ambos en su necesidad extrema confiaron en la palabra de Dios por medio del profeta.
Y como entienden las personas que están en la sinagogota que allí no hará ningún milagro por su falta de fe reaccionan de forma violenta. Se lo quieren quitar del medio.
Nos dice el texto del evangelio: “Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos, lo empujaron fuera del pueblo hasta un barranco del monte en donde se alzaba su pueblo, con intención de despeñarlo. Pero Jesús se abrió paso entre ellos y se alejaba”.
Esto no es una metáfora ni una leyenda. No lo pudieron despeñar pero lograron echarle de su pueblo.
De nuevo se cumple la escritura, como nos recuerda el evangelista Juan en si Evangelio. “Vino a los suyos, y los suyos no le recibieron”.
No nos asustemos. Si queremos dar testimonio de Jesús en nuestro entorno nos va a suceder, lo mismo que a Él. Seguramente tenemos ya alguna experiencia personal. Así lo entenderemos mejor y recibiremos la fuerza para seguir dando testimonio en nuestro propia ambiente cada día.
Pidamos a la Virgen un corazón sencillo para recurrir al Señor en todas nuestras necesidades. Que nunca de la posibilidad por mi falta de fe que el Señor se aleje de mí