Preparación inmediata: La oración es un diálogo de amistad con quien sabemos que nos ama. Cuando dos amigos se encuentran, lo primero que suelen hacer es saludarse. Un beso, un abrazo, un apretón de manos…, en definitiva un gesto que manifieste la alegría de encontrarse, de estar juntos de nuevo. Con Dios también debemos comportarnos así. Para ello sugiero empezar hoy la oración sintiendo la alegría de la presencia de Jesús amigo. Pensemos que nos ha estado esperando largo tiempo. Nos puede ayudar repetir con el corazón algunas oraciones breves: ¡Jesús, creo en tu amor para conmigo! ¡Eres mi amigo y sé que nunca me fallarás! ¡Habla, Señor que tu siervo escucha! También puede ayudarnos recitar lentamente un padrenuestro cayendo en la cuenta de que es el mismo Jesús el que habla con Su Padre.
Isaías 1, 10. 16-20: El profeta se dirige a su pueblo de forma categórica y en primer lugar les hace caer en la cuenta de su condición de pecadores. Para ello utiliza unas palabras que entonces sonaban muy fuerte: “príncipes de Sodoma, pueblo de Gomorra”. Y a continuación les pide que se conviertan, que dejen las malas acciones que vienen practicando. Se lo ruega, aún más se lo exige y por ello utiliza los imperativos: “apartad de mi vista vuestras malas obras, aprended a obrar el bien, buscad la justicia, defended al oprimido...”. Pero Dios nunca rechaza al hombre por lo que el profeta termina recordando el amor misericordioso de Dios que siempre está dispuesto a acoger, a perdonar. Lo único que nos pide es una sincera y auténtica actitud de obediencia y de conversión hacia Él.
Salmo 49: “Al que sigue buen camino le haré ver la salvación de Dios”.
Mt 23, 1-12: El evangelio de hoy es una llamada a practicar la verdadera religión, para ello, Jesús nos pide:
Coherencia de vida: El decir y el hacer de una persona debe guardar unidad. No basta con predicar el bien, es totalmente necesario vivirlo. Las obras que hacemos o el testimonio de vida que damos debe ser coherente con la fe que profesamos. Jesús hace caer en la cuenta de esto a la gente que lo escucha y a sus propios discípulos. Les pone como contraejemplo a los letrados y fariseos de entonces. “Ellos lían fardos pesados e insoportables y se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar”. Sintámonos interpelados por Jesús sobre la coherencia de nuestra vida.
Rectitud de intención: Debemos preguntarnos siempre por el verdadero motivo por el nos movemos, por el que practicamos la religión. Puede ser que, sin ser del todo conscientes, nos pase como a los fariseos de la época de Jesús. Que practicaban la religión para quedar bien ante la gente, para ser tenidos por buenos o por maestros.
Humildad: Es la actitud que recomienda Jesús a todos los creyentes y es la que más debemos practicar. Para algunos es inevitable que les llamen jefes, maestros o padres. Jesús no está en contra de estas categorías humanas, lo que quiere es que seamos servidores del prójimo y no que nos sirvamos del prójimo. Cargos o ministerios en la Iglesia se entienden como servicios.
Practicar la religión para quedar bien ante los hombres es una tentación de todos y de todos los tiempos. Sin embargo, es especialmente fuerte para aquellos que tienen cargo u oficio público en las instituciones o en las ceremonias religiosas. Jesús nos dice: “El primero entre vosotros será vuestro servidor”; “el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido”.
Oración final: “Ten misericordia, Señor, y admítenos a contemplar la luz de tu rostro”