Al iniciar la oración es conveniente comenzarla con una cierta preparación externa que nos llevará a la actitud interna del conocimiento del Señor, siendo consciente qué es lo que voy hacer y ante quien lo voy hacer.
En la primera lectura del Éxodo vemos que Moisés asume el papel de mediador e invoca el honor el nombre de Dios ante las naciones paganas como motivo para evitar la destrucción de su pueblo, y le recuerda las promesas hechas Abraham.
Quizá muchas veces nosotros los cristianos nos hemos lamentado de la situación del mundo, de nuestra sociedad, de nuestros ambientes pero ¿hemos tenido la postura de Moisés? ¿O más bien nos hemos limitado a la denuncia?
Nosotros, cada cristiano, es el Moisés que Dios ha puesto hoy para que hagamos de mediador entre Dios y nuestros hermanos, que después de cada rato de oración, de diálogo con Dios, vayamos a nuestros hermanos y con nuestro ejemplo y con nuestra palabra les comuniquemos lo que Dios espera de nosotros y lo que Él nos ofrece si cumplimos sus mandatos. Para esto sirve un rato de oración, pues de lo contrario ¿qué le vamos a decir a todos los que se han fabricado un becerro de oro?
De la lectura del evangelio nos podemos preguntar ¿quién puede dar testimonio de que Jesús es hijo de Dios? Juan el Bautista que fue testigo del descenso sobre Jesús del Espíritu Santo y de las palabras del Padre: “este es mi Hijo, mi predilecto, en el que me complazco”. También son testimonio los santos que a lo largo de toda la historia de la Iglesia han dado testimonio con su vida y con su palabra de que Jesús es el Hijo de Dios. También cada uno de los bautizados debemos dar testimonio de la divinidad de Jesús con nuestra vida, con el cumplimiento del deber y la entrega a nuestros hermanos.
De San Simeón su biógrafo escribe que en cierto momento dejó de leer las Escrituras, y justifica el hecho diciendo que la conciencia del santo era tan límpida que comprendía todo lo necesario sin la ayuda de los libros. Algo por el estilo se lee a propósito de San Antonio Abad: “¿Qué ha existido antes la mente o los libros? Entonces, purifica tu mente y no necesitarás los libros”. Son buenos consejos para los santos, pero los cristianos normales, dice Orígenes, deben leer “ambos libros” contemporáneamente: la Escritura y las inspiraciones que provienen de la conciencia.
Al final de nuestra oración suplicar a San José en la víspera de su fiesta nos conceda ser testigo como él lo fue, no con la palabra sino sobre todo con el ejemplo de su silencio elocuente de que Jesús es el salvador del mundo.