Puntos para la oración 1 marzo 2010

Entramos en el Mes de San José (nuestro querido adalid y protector). Hoy comienza la semana y comienza el mes: lunes y uno. Es como una invitación a abrir una nueva página. A tomarnos en serio la Cuaresma como nuestro querido Papa nos alentaba el pasado 17 de febrero, cumpleaños de Abe y Miércoles de Ceniza:

El pequeño gesto de la imposición de las cenizas nos revela la singular riqueza de su significado: es una invitación a recorrer el tiempo de Cuaresma como una inmersión más consciente y más intensa en el misterio pascual de Cristo, en su muerte y su resurrección, mediante la participación en la Eucaristía y en la vida de caridad, que de la Eucaristía nace y en la que encuentra su cumplimiento. Con la imposición de las cenizas renovamos nuestro compromiso de seguir a Jesús, de dejarnos transformar por su misterio pascual, para vencer el mal y hacer el bien, ara hacer morir nuestro “hombre viejo” ligado al pecado y hacer nacer al “hombre nuevo” transformado por la gracia de Dios.

¡Queridos amigos! Mientras nos apresuramos a emprender el austero camino cuaresmal, queremos invocar con particular confianza la protección y el auxilio de la Virgen María. Que sea Ella, la primera creyente en Cristo, quien nos acompañe en estos cuarenta días de intensa oración y de sincera penitencia, para llegar a celebrar, purificados y completamente renovados en la mente y en el espíritu, el gran misterio de la Pascua de su Hijo. ¡Buena Cuaresma a todos!

1. La oración colecta -como siempre- nos introduce de lleno en el misterio: “Señor, Padre santo, que para nuestro bien espiritual nos mandaste dominar nuestro cuerpo mediante la austeridad, ayúdanos a librarnos de la seducción del pecado y a entregarnos al cumplimiento filial de tu santa ley”. Vivamos autodominio en nuestro cuerpo: comida, bebida, descanso, horario, internet…

2. El profeta Daniel nos invita a leer nuestra historia, una historia de pecado, “de crímenes, delitos, de rebelión”, de no hacer caso de los profetas “que hablaban en tu nombre”. Debemos confesar nuestros pecados, los personales y los corporativos. Todo pecado, por muy íntimo que sea, tiene una repercusión pública. El pecado es una ofensa terrible a Dios, quien a pesar de todos los pesares, “Es compasivo y clemente”. La Cuaresma es el tiempo más oportuno para volver a Dios, para convertirse. Por eso le pedimos al Señor con el salmo 78 que “no nos trates como merecen nuestros pecados”.

3. El evangelio de san Lucas nos indica que nuestros actos no son indiferentes. Crean o destruyen relaciones para el encuentro definitivo con Dios. “Porque la medida con que ustedes midan también se usará para ustedes".

San Máximo el Confesor (hacia 580-662), monje y teólogo, en La vida ascética, 40-42; PG 90, 912, hace un bello comentario sobre la frase «La medida que uséis la usarán con vosotros»: “Habiendo aprendido en la Escritura qué es el temor del Señor y cuántas son su bondad y su amor, convirtámonos a él con todo nuestro corazón... Guardemos sus mandamientos; amémonos los unos a los otros con todo nuestro corazón. Llamemos hermanos incluso a aquellos que nos odian o nos detestan a fin de que el nombre del Señor sea glorificado y manifiesto con todo su gozo. Nosotros, que nos ponemos a prueba los unos a los otros, perdonémonos mutuamente... No tengamos envidia de los demás y si somos blanco de la envida de alguien, no nos volvamos feroces, sino al contrario, estemos más bien llenos de compasión los unos para con los otros, y a través de nuestra humildad curémonos los unos a los otros. No hablemos mal de los demás, no nos burlemos de nadie, porque somos miembros los unos de los otros.

Amémonos los unos a los otros y seremos amados de Dios; tengamos paciencia los unos para con los otros y él tendrá compasión de nuestros pecados. No devolvamos mal por mal y no recibiremos lo que merecemos por nuestros pecados. Porque obtenemos el perdón de nuestros pecados perdonando a nuestros hermanos, y la misericordia de Dios se encuentra escondida en la misericordia que tenemos para con el prójimo... Ya lo ves: el Señor nos ha dado el medio para salvarnos y nos ha dado el poder celestial de llegar a ser hijos de Dios”.

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