Puntos para la oración 20 marzo 2010

Que su nombre no se pronuncie más. Así de dura suena la frase del libro de Jeremías. Y así sigue sonando en nuestros días, pronunciada quizás con otras palabras pero con el mismo contenido. Dios no es aceptado por muchos, algunos le ignoran pero otros abiertamente le atacan, quieren borrarle del mapa, quieren talar su presencia. Y es que Cristo no deja indiferente: no dejaba a los fariseos de hace dos mil años, y no deja a los hombres y mujeres de hoy. Cuánto tiene que sufrir Dios con estos desplantes.

Permanezcamos con Él en nuestro rato de oración y digámosle que nosotros lo tenemos claro, que somos suyos, que no le dejamos solo, que es lo mejor que nos ha pasado. Repitámosle como el salmo: Señor, Dios mío, a ti me acojo.

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