Hoy nos propone la liturgia unos textos que reflejan el corazón del hombre cuando vive dominado por la oscuridad, en la mentira, en el falso testimonio, en la ausencia de caridad, que se goza en la injusticia.
En la primera lectura, bastante larga, de la profecía de Daniel nos habla de la mentira envuelta y protegida por el testimonio de dos ancianos con un corazón encallecido por la mentira, la impureza y la injusticia.
Después de ponernos frente al Corazón de Cristo, en su presencia, vamos a leer con detenimiento los textos de este día. Son emocionantes. Se contraponen la luz y las tinieblas, la mentira y la verdad. El falso testimonio que se apoya en personas con poder y prestigio ocultan la luz, la verdad. Ellos gozan y viven lejos de la luz.
En el salmo responsorial repetimos en el Salmo 22: “Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo”. Tú vas conmigo, me acompañas, “eres luz para mis pasos, lámpara en mi camino”. Llegas a ver la luz. No te desesperes, el túnel tiene un final, pronto llegará la luz.
Y en el Evangelio de san Juan Jesús se autodefine así: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no camina en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida”.
Los fariseos no admiten esta manifestación rotunda de Jesús. ¿Ha habido alguna persona en la historia de la humanidad que se haya definido, identificado de esta manera, con tanta claridad? Como le consideran un simple hombre no admiten su testimonio personal, no tiene valor. Para que el testimonio sea válido ha de estar justificado por varios testigos.
Les contesta Jesús: “Vosotros juzgáis según la carne; yo no juzgo a nadie; y, si juzgo yo, mi juicio es legítimo, porque no estoy yo solo, sino que estoy con el que me ha enviado, el Padre; y en vuestra ley está escrito que el y testimonio de dos es válido. Yo soy testimonio de mí mismo, y además da testimonio de mí el que me envió, el Padre”.
Cuando trato de vivir en la presencia de Dios estoy iluminado por la luz que es Cristo y me alumbra para poder caminar en medio de la oscuridad. La luz se identifica con la verdad, con la intención recta, con el bien.
Pidamos al Señor en este rato de oración que nunca se aleje de nosotros, que siempre le podamos contemplar para poder dar en todo momento testimonio de su presencia en el mundo.
Santa María acércanos a Jesús. “Te compadeces de todos, Señor. Nada odias de cuanto has hecho. Tú disimulas los pecados de los hombres, y por la penitencia los perdonas”.