- Según S. Juan Crisóstomo, Cristo nos pide dos cosas:
o La primera condenar nuestros pecados…
o La segunda perdonar los de los otros…
o Y sigue diciendo el santo:
“hacer la primera cosa a causa de la segunda, que así será más fácil, porque el que se acuerda de sus pecados será menos severo hacia su compañero de miseria. (Homilías sobre san Mateo, nº 61)
- No obstante, en la parábola del evangelio de hoy, parece que ocurrió todo lo contrario, pues aquel empleado que debía una gran suma a su rey y que fue perdonado.., no perdono a su compañero…
- Por todo ello, la parábola pone de manifiesto dos cosas y una conclusión a modo de sentido…:
o I. La infinita misericordia de Dios:
Aquel rey se movió a misericordia… El rey representa a Dios… Y dejó marchar al siervo malo e infiel perdonándole toda la deuda… Una deuda tan grande.., que parecería imposible el que se pudiera pagarla… De este modo el Señor nos quiere hacer comprender que Dios perdona no solo los pecados más graves, sino absolutamente todos los pecados..., por grandes y graves que sean… Y es que solamente la Misericordia de Dios puede satisfacer la deuda que crea el pecado… ¿Nos damos cuenta de que nuestras deudas con nuestro Padre Dios son realmente impagables…? Algunos comentaristas afirman que el Rey se movió a compasión ante la oración humilde y confiada del siervo deudor… ¡Aquel empleado se arrojó a sus pies…! ¡Le suplicó…! ¡Pidió tiempo para resarcir…! ¡Y aseguró que lo pagaría todo…! Todo esto fue, más que suficiente, como para mover a misericordia…o II. La inmisericordia del siervo perdonado.
¡Impresiona grandemente, que aquel empleado que acaba de recibir un beneficio tan enorme: el perdón total y la no necesidad de restitución…, se comporte de la manera que lo hizo con un compañero suyo deudor…!o III. La conclusión a modo de sentido:
La misericordia de Dios con nosotros, el perdón tan generoso que nos da, nos obliga a ser nosotros también misericordiosos y dar el perdón al hermano que nos ofenda. Nadie puede ser perdonado por Dios, si él no perdona a sus hermanos. (Cfr. Mt 6, 14-15) Nos enseña también la parábola que las ofensas que nosotros hacemos contra Dios son mucho más grandes que las ofensas que podemos recibir del prójimo.