Este día la Iglesia conmemora a San Antonio Abad, El Grande, monje penitente que atrajo a muchos discípulos. “Un día-nos cuenta el P. Tomás Morales en la semblanza que hace de él- a los dieciocho años entra en una iglesia y escucha una voz interior que le dice: “Si quieres ser perfecto, ve, vende todo lo que tienes, dalo a los pobres y sígueme.” Y empieza a vivir la aventura maravillosa de la fe y se queda solo con lo necesario para sustentar a su hermana. Jesús es un amigo exigente que no para con los que se encuentra, o se hace el encontradizo o sale al encuentro de los que le buscan.
Si celebran la misa de San Antonio, el evangelio es el de joven rico que no aprovechó la llamada del Señor y que puede ser motivo de meditación pues conocemos muy bien, porque nos hemos acercado y nos hemos puesto e su lugar.
Pero la primera lectura del día, también trata de la vocación de David a quien el Señor va a buscar a través de Samuel que manda ungir un rey conforme su voluntad al ser rechazado Saúl.
Hay muchas formas de llamamiento en la Biblia, en el caso de David se pueden distinguir varios momentos:
- Dios sale a su encuentro, va a buscar a su siervo y se sirve de un emisario: Samuel. En general, lo hace así. Se sirve de instrumentos humanos para llamarnos para que encontremos el camino de la felicidad que es el que nos desea. La vida del hombre se reduce a un problema de felicidad. La historia es pródiga en ejemplos. Cada uno de nosotros somos uno. Buscamos en los goces de la tierra, en las diversiones, en el progreso técnico o científico y vivimos descontentos. Solo mediante el cumplimiento del designio divino sobre cada uno, es decir, en el cumplimiento de la idea que Dios tiene de mí, en la realización de mi vocación, en la consecuente respuesta a la llamada divina, podemos resolver el problema de la felicidad. Y esto es fundamental y lo arrastramos durante toda la vida.
- Ahora bien, esta llamada tiene una finalidad que debemos encontrar:”Les llamó para estar con él” (Mc 3,14, Jn 15,15, Jn 20,17, Mt 12,48, Jn 13,33).
Para continuar su misión: Mc 3,14, Jn 2,21, Lc 10,16 Mt 28,19
Para participar de su reino, 16,15, Mt 19,28 - Una respuesta de la cual puede depender toda nuestra vida. Nos jugamos el todo por el todo.
Esta inquietud que uno siente y quiere realizar puede partir de uno mismo o de Dios y puede plantearse en la oración deberá consultar con un buen director espiritual, guía o persona de confianza, para discernir y requiere de tiempo de maduración. Dice santa Teresa que es necesario grande ánimo y determinación pues son tantas las dificultades que pone el enemigo para que comience o ni siquiera se lo plantee pues sabe el gran bien que se sigue.
Juan Pablo II a los jóvenes que es el tiempo propio para plantearse la vocación les decía:”Sed evangelizadores como lo fueron los misioneros. Os urjo a todos a que busquéis a Cristo y le sigáis con todo el corazón joven y le reflejéis en todas lustras relaciones, trabajo, estudio, tiempo libre. La vida cristiana es exigente, implica negación, generosidad, cargar con la cruz, pero nunca caminamos solos. Entregad lustras vidas a Cristo, configurad con su amor la cultura y la sociedad que os rodea. Gozaos porque Cristo os ama, os ama, os ama. No perder nunca la esperanza.
Esto es lo que tenemos que sentir en la oración de mañana, esa elección de amor a la que Cristo nos invita y que resuene dentro, muy dentro:”me ama, me ama, me ama”.
Saldremos de nuestra oración como los Magos cuando vieron la estrella: “Hemos visto su estrella y venimos a adorarlo” y adorarlo es seguirlo hasta encontrarlo y encontrarlo para ser feliz, a imagen y semejanza suya.
Dios nos llama a todas horas
Con suavísimos acentos.
Nos habla a hurtadillas,
Nos habla como en secretos,
con un rumor tembloroso
de canciones y de besos.
Mas andamos distraídos,
y escucharle no sabemos.
Hay que vivir de rodillas,
hay que vivir al acecho,
de esas palabras tan dulces,
de esos avisos tan tiernos.
Hay que vivir siempre en vela,
puesta la mano en el pecho,
siempre alerta los oídos
Y los párpados abiertos.
Hay que despertar al ángel,
que llevamos todos dentro.
(Ricardo León)