La meditación de hoy, sobre las lecturas de la Misa, debe empezar con un buen rato de fortalecimiento. Sí, tenemos que pedir al Espíritu Santo que nos dé su fuerza y su valor. Necesitamos estos valores porque lo que se nos presenta no es para broma, ni aunque sea el día de los inocentes, o precisamente por ello.
En la primera lectura, el apóstol san Juan se pone serio y nos dice que si decimos que estamos unidos a Cristo, pero vivimos en las tinieblas mentimos con palabras y obras, y que si decimos que no pecamos mentimos también y no somos sinceros. ¡Basta ya de engañarnos a nosotros mismos! La mentira lleva al mundo a la ruina, a las tinieblas. Hace de la vida de los hombres una noche oscura llena de injusticias, y produce unos efectos en el propio mentiroso de tristeza y angustia.
Queremos ser hijos de la luz, hijos de Dios. Queremos vivir unidos a Jesucristo, por eso tenemos que ser sinceros con nosotros mismos. De ahí que necesitemos la fuerza y el valor del Espíritu. ¿Lo que digo de palabra y lo que hago de obra están en consonancia con lo que se supone a un hijo de la luz, o simplemente digo que soy d los de la luz, pero luego vivo como hijo de las tinieblas?
Tremendo día para hacer una oración agazapado al lado de la Virgen, junto al Niño-Luz recién nacido y muy cerquita de san José. La Palabra, el Verbo de Dios, la Verdad absoluta ha venido al mundo, y sólo estando a su lado se nos puede pegar esa verdad que necesitamos. Verdad sobre el mundo y, sobre todo, verdad sobre nosotros mismos. ¿Qué hay de nuestra vida que no es conforme con esta luz que profesamos? ¿En qué no soy coherente? Pecar no es el problema, y meditar en ello es muy necesario, porque tenemos abogado ante el Padre que nos perdone. El problema es pensar que no tenemos pecado, que no necesitamos de un Salvador. El problema es el orgullo. El problema es la falta de humildad. El problema es no creernos hombres de barro que sólo a pie de tierra, pero con la mirada puesta en el cielo de donde nos viene la salvación, podemos ser salvos.
Hoy unos niños inocentes perdieron la vida porque hombres de las tinieblas perseguían la verdad para asesinarla. Hoy, en nuestros días, sigue pasando esto. El mismo día de Navidad una bomba en la iglesia católica de Santa Teresa, cerca de Abuya en Nigeria, ha producido 19 muertos y decenas de heridos más. Hermanos nuestros católicos pierden la vida por mantener seriamente la verdad de Jesucristo. No podemos nosotros andarnos por las ramas, no vale con medianías, no vale con un catolicismo de palabras bonitas. Hacen falta palabras comprometidas y hechos coherentes.
Pidamos al Niño chiquitín, que en estos días de Navidad se nos llene el corazón de valor y demos pasos de gigante en el camino de la luz. La luz que él mismo indica: verdad, paz y amor; ese el camino.