Estoy leyendo el último libro del P. Amorth, el exorcista de Roma, publicado por librería S. Pablo en el 2011 y titulado: "Mas fuertes que el mal. El demonio: reconocerlo, vencerlo y evitarlo"
Me he permitido seleccionar alguna página de ese texto, como el mejor comentario al tema del evangelio de hoy.
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- Una vez un hombre en una ciudad del norte de Italia, a la que fui para dar una conferencia, me criticó diciendo:
- "Padre Amorth, usted ve el demonio por todas partes".
- A lo que yo le respondí sin perder la calma:
- "Dígame, donde no está…".
- Los episodios evangélicos en que se atestigua la presencia diaria del diablo son muchísimos. Basta tomar el primer capítulo de S. Marcos, para darse cuenta de ello. Consideremos que se trata del Evangelio más antiguo, por lo tanto más relacionado con los hechos que narran. Muchos estudiosos piensan que fue escrito originalmente en arameo, consideración que se hace más creíble si se tiene presente que la traducción griega se adapta perfectamente a aquella lengua.
- Pues bien, en el primer capítulo de S. Marcos, aparece claramente la cotidianidad de la relación entre el hombre y el demonio.
- Después de las tentaciones en el desierto Jesús libera a un endemoniado. Luego libera a otros endemoniados y envía a los apóstoles a liberar de los demonios…
- Hay que ser realistas, no esconderse detrás de falsas utopías. El demonio está activo más que nunca y son evidentes las grandes causas de su difundida presencia en la sociedad actual.
- El P. Amorth señala tres, entre otras…
- I. En primer lugar está la descristianización progresiva, de naciones enteras, en especial las que históricamente han regido la suerte del cristianismo, como Francia, España, Austria e Italia. Un proceso de crisis religiosa y de infiltración del mal que poco a poco ha ido pasando de las costumbres personales a las tradiciones, leyes e ideologías. Eliminando el decálogo, quedan justificadas todas las aberraciones. Se han corrompido las conciencias lo mismo que se han contaminado los mares y la atmósfera.
- II. Junto a este problema está la desmotivación, la degradación, la poca fuerza de atracción del clero y de la vida religiosa en general. Cada vez hay menos sacerdotes. Un gran número de ellos no se dedica totalmente a la actividad pastoral, e igualmente, dedica siempre menos tiempo al sacramento de la penitencia. La vida espiritual de ellos está lejos de ser digna de imitación. Creen menos en el diablo y en sus actuaciones, a menudo, aunque no niegan su presencia, actúan como si él no existiera. Los escándalos que con frecuencia se abaten sobre grandes comunidades eclesiales, deben considerarse precisamente como fruto perverso de estas actitudes. El diablo está muy interesado en manifestarse en la Iglesia. Si logra insinuarse en una grieta hace todo lo posible por transformarla en una vorágine. Y en estos últimos decenios hemos tenido Papas muy atentos a indicar a los religiosos y a los sacerdotes la radicalidad de la lucha contra el maligno.
- Juan Pablo II habló a menudo del demonio y de su obra. Hizo exorcismos. En sus muchos viajes entró al confesionario para recordar a los sacerdotes y a los fieles la importancia fundamental del sacramento de la reconciliación.
- La enseñanza de Benedicto XVI acerca del maligno ha sido siempre clara, constantemente invita a una lucha cerrada y ha alentado explícitamente a los exorcistas en su difícil ministerio al servicio de la Iglesia.
- III. Otra cuestión fundamental es el perverso uso de los medios, capaz de dictar las costumbres y de plasmar los comportamientos morales. Una cosa del todo inédita en la historia. La entrega casi total de los medios, a los principios del mal, es una lógica consecuencia de las dos causas anteriores.
- Basta ver la T.V., ir al cine, navegar en Internet y observar luego los comportamientos de los jóvenes; su lenguaje, su modo de vestir, sus costumbres cada vez más violentas y descaradas respecto al sexo y a la vida, para darse cuenta de ello.
- Las nuevas generaciones son las menos preparadas para enfrentar el mal. Corren los mayores riesgos, por no saber distinguir lo que es diversión real de lo que es perversión…
- Análogo razonamiento puede hacerse sobre la corrupción sistemática que los medios de comunicación llevan a cabo respecto a familias, relación padres e hijos, relación entre hombres y mujeres.
I. Descristianización de la sociedad…
II. Desmotivación y degradación de la vida consagrada…
III. El perverso uso de los medios de comunicación…- Termina el libro con la trascripción de la Audiencia general de Pablo VI, aquel famoso miércoles 15 de noviembre de 1972.
- Yo también termino con la respuesta a una de las dos preguntas que se hacía el papa en esa audiencia.
- ¿Cuáles son los medios de defensa contra tan insidioso peligro?
- La respuesta es fácil de dar.., aunque sigue siendo difícil de poner en práctica.
- Podremos decir: todo lo que nos defiende del pecado nos previene, por lo mismo, del invisible enemigo.
- La gracia es la defensa decisiva.
- La inocencia asume un aspecto de fortaleza.
- Y cada uno recuerda todo lo que la enseñanza apostólica ha simbolizado en la armadura de un soldado, las virtudes que pueden hacer invulnerable al cristiano (Rom.13,12; Ef. 6,11.14.17; 1 Tes. 5,8).
- El cristiano debe ser militante.
- Debe ser vigilante y fuerte.
- Y debe de vez en cuando recurrir a algún ejercicio ascético especial para alejar ciertas incursiones diabólicas.
- Jesús lo enseña indicando el remedio "en la oración y el ayuno" (Mc.9,29).
- Así pues, conscientes de las presentes adversidades en que hoy se encuentran las almas, la Iglesia, el mundo, trataremos de dar sentido y eficacia a la acostumbrada invocación de nuestra principal oración: "¡Padre nuestro.., líbranos del mal!"
- Que para esto os auxilie nuestra Bendición Apostólica."