28/1/2012, Sábado de la tercera semana de Tiempo Ordinario

Lectura del segundo libro de Samuel (12, 1 7a. 10-17)

En aquellos días, el Señor envió a Natán a David. Entró Natán ante el rey y le dijo: «Había dos hombres en un pueblo, uno rico y otro pobre. El rico tenía muchos rebaños de ovejas y bueyes; el pobre sólo tenía una corderilla que había comprado; la iba criando, y ella crecía con él y con sus hijos, comiendo de su pan, bebiendo de su vaso, durmiendo en su regazo: era como una hija. Llegó una visita a casa del rico, y no queriendo perder una oveja o un buey, para invitar a su huésped, cogió la cordera del pobre y convidó a su huésped. » David se puso furioso contra aquel hombre y dijo a Natán: «Vive Dios, que el que ha hecho eso es reo de muerte. No quiso respetar lo del otro; pues pagará cuatro veces el valor de la cordera.» Natán dijo a David: « ¡Eres tú! Pues bien, la espada no se apartará nunca de tu casa; por haberme despreciado, quedándote con la mujer de Urías, el hitita, y matándolo a él con la espada amonita. Así dice el Señor: "Yo haré que de tu propia casa nazca tu desgracia; te arrebataré tus mujeres y ante tus ojos se las daré a otro, que se acostará con ellas a la luz del sol que nos alumbra. Tú lo hiciste a escondidas, yo lo haré ante todo Israel, en pleno día." » David respondió a Natán: «¡He pecado contra el Señor!» Natán le dijo: «El Señor ha perdonado ya tu pecado, no morirás. Pero, por haber despreciado al Señor con lo que has hecho, el hijo que te ha nacido morirá.» Natán marchó a su casa. El Señor hirió al niño que la mujer de Urías había dado a David, y cayó gravemente enfermo. David pidió a Dios por el niño, prolongó su ayuno y de noche se acostaba en el suelo. Los ancianos de su casa intentaron levantarlo, pero él se negó, ni quiso comer nada con ellos.

Salmo responsorial (Sal 50, 12 -13. 14-15. 16-17)
R. Oh Dios, crea en mí un corazón puro

Oh Dios, crea en mi un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro, no me quites tu santo espíritu. R.

Devuélveme la alegría de tu salvación, afiánzame con espíritu generoso:
enseñaré a los malvados tus caminos, los pecadores volverán a ti. R.

Líbrame de la sangre, oh Dios, Dios, Salvador mío,
y cantará mi lengua tu justicia. Señor, me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza. R.

Lectura del santo evangelio según san Marcos (4, 35-41)

Un día, al atardecer, dijo Jesús a sus discípulos: -Vamos a la otra orilla. Dejando a la gente, se lo llevaron en barca, como estaba; otras barcas lo acompañaban. Se levantó un fuerte huracán, y las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua. Él estaba a popa, dormido sobre un almohadón. Lo despertaron, diciéndole: -Maestro, ¿no te importa que nos hundamos? Se puso en pie, increpó al viento y dijo al lago: - ¡Silencio, cállate! El viento cesó y vino una gran calma. Él les dijo: -¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe? Se quedaron espantados y se decían unos a otros: -¿Pero quién es éste? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen!

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