26 diciembre 2011. San Esteban – Puntos de oración

PRIMERA LECTURA:

Al día siguiente de la Solemnidad de la Navidad, la Iglesia nos recuerda a San Esteban, diácono y protomártir. Los diáconos eran aquellos cristianos que, conforme iba creciendo la Iglesia, ayudaban a los apóstoles a realizar determinadas tareas como llevar la comunión a los enfermos, atender a las viudas, hacer las colectas, etc., para ser así más eficaces en el ministerio que les había encomendado el Señor. El término “Protomártir”, une dos palabras griegas de profundo calado: “protos”, que significa primero y “mártir”, que significa testigo. El primero de los que dio testimonio de Cristo con su sangre.

“Esteban, lleno de Espíritu Santo, fijó la mirada en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús de pie a la derecha de Dios”. Todavía tenemos en nuestras retinas la figura del Niño Dios en el Pesebre, y a María y José velando su sueño o sus lloros. Asimismo nos ha conmovido contemplar a esos sencillos pastores acercarse al Portal, y dejar sus ofrendas y regalos a los pies de la cuna. ¡Qué gran suerte el ser testigos de un Dios hecho carne!… lo que generaciones anteriores desearon ver y no pudieron, lo que profetas durante siglos anunciaron… No obstante, existen otras formas de ver a Dios, y así lo hizo San Esteban. En el momento en que iba a ser martirizado con la lapidación vio, no sólo una figura, sino la misma gloria de Dios. Éste es el premio que se da a los testigos de Cristo, a los que derramaron su sangre por confesar su nombre.

SALMO RESPONSORIAL:

Puestos en manos de Dios sabemos que Él vela por nosotros como lo hace un Padre amoroso sobre sus hijos. Ciertamente que esto no nos libra de las críticas, de las dificultades de la vida, de las persecuciones, ni del martirio incluso -como lo vemos en la historia de la Iglesia- . Sin embargo, a quienes creemos en Dios como Padre nuestro, Él nos libra de la mano de nuestros enemigos, sabiendo que el último enemigo en ser vencido será la muerte. Así, Dios se levantará victorioso y nos hará partícipes de su vida eterna, donde ya no habrá ni llanto, ni luto, ni dolor, sino gozo y paz en el Señor. Por eso el Señor es nuestra roca y nuestro baluarte y a Él encomendamos nuestras vidas.

EVANGELIO:

“Todos os odiarán por mi nombre; el que persevere hasta el final se salvará”.

¡Ánimo, no tengamos miedo! Cristo ha vencido al mundo. Bienaventurados seremos cuando nos persigan y maldigan por causa de Jesús, pues nuestros nombres estarán escritos en el Reino de los cielos. El Señor quiere le que vivamos plenamente fieles aceptando todas las consecuencias que nos vengan por haber creído en Él. Aprendamos a ponernos en manos del Señor y a dejarnos conducir por su Espíritu para que no seamos simples transmisores de palabras humanas, sino que seamos auténticos testigos del Evangelio.

ORACIÓN FINAL:

Concede, Señor, a tu pueblo perseverancia y firmeza en la fe, y a cuantos confiesan que tu Hijo, Dios de gloria eterna como tú, nació de Madre Virgen con un cuerpo como el nuestro, líbralos de los males de esta vida y ayúdales a alcanzar las alegrías eternas. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

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