31 diciembre 2011. Séptimo día dentro de la Octava de la Navidad – Puntos de oración

En este último día del año 2011, y como recapitulación del año transcurrido, podemos orar con las dos actitudes que San Ignacio atribuye a la Virgen María en el momento de la Encarnación, que, a su vez, es el momento culminante y recapitulación de toda la historia de la salvación. Se trata de “HUMILLARSE Y DAR GRACIAS”.

Humillarse es colocarse en el “sitio” que corresponde al hombre ante Dios. Humillarse es reconocer la propia nada ante el Señor todopoderoso. Humillarse es saberse amado sin motivo por el Dios todo-amor. Humillarse es encontrarse con el Dios encarnado, con el Divino Niño de Belén, porque hasta nuestro “sitio”, el sitio del hombre, ha querido acercarse e instalarse, “acampar”, nuestro Dios peregrino en busca del hombre, de cada persona, por muy indigna que pueda parecer.

Humillarse es hacer balance de un año de gracia a punto de cerrarse y descubrir la insuficiente respuesta propia ante tanto bien recibido. Descubrir sin desaliento ni desconfianza que nuestro amor es débil e inconstante, que nuestros miedos y cobardías siguen arrollando a menudo nuestros mejores propósitos, que somos ricos en intenciones y buenas palabras, pero que nuestros hechos y obras son pobres y limitados.

Humillarse es reconocer que todo lo bueno que hay en nosotros, que nos ha sucedido o hemos protagonizado en este último año, lo hemos recibido de Otro, del Dios Amor. Humillarse es también aceptar el misterio del dolor, de las ausencias irrecuperables, de los límites insuperables, de los propios pecados de acción y de omisión y ver en todo ello un designio de misericordia, porque nos vacía de toda satisfacción propia y nos abre a un acto de fe desnudo, sin apoyos humanos, sólo fiado en Dios salvador, a imitación de la Virgen María en Nazaret.

Y entonces brotará un cántico de ACCIÓN DE GRACIAS, en donde la propia Reina y Señora Nuestra, Santa María, podrá prolongar su himno de alabanza y adoración eterna. ¿Qué mejor fin de año que prestar nuestro corazón vacío, arrepentido y agradecido a la Virgen, nuestra Madre, para que su Voz sea nuestra voz, su Canto, nuestra alabanza?

Y así, a través de la Virgen María, seremos hechos uno con Dios y, como al fin del mundo, en este fin de año, Dios lo será todo en todos.

Archivo del blog