De la lectura del Evangelio de hoy podemos sacar varias enseñanzas. En primer lugar, la Palabra del Señor nos muestra cuál es el resultado de la presencia del pecado en la vida del hombre, especialmente si esta es dominada por el pecado. Así, la lectura nos describe a un hombre endemoniado, poseído por un espíritu inmundo, que grita a voz en cuello, que anda errante y agitado, aislado de la comunidad, que rompe y se lastima. En definitiva, un hombre completamente roto, rasgado, desesperado. Pensando en el endemoniado de Gerasa, se me viene a la memoria la imagen de Gollum, el personaje del Señor de los Anillos consumido por su ambición. Por otro lado, la lectura de San Marcos nos describe también a ese mismo hombre bajo los efectos de la gracia, de la acción de Dios. Así, nos encontramos con un hombre en paz, consigo mismo y con los demás, sereno, dueño de sí y en su juicio. Esta es la diferencia entre una vida llevada por el espíritu del mal y una vida llevada por el espíritu del bien.
Otra reflexión que nos presta la lectura del Evangelio de hoy es el inmenso valor del ser humano. El incomparable valor de una vida humana, por humilde que sea, que compensa cualquier pérdida material por grande que sea. Cuando en el diálogo con la legión de espíritus inmundos, el Señor los envía a la piara de cerdos y esta, nada menos que unos dos mil, acaba precipitándose en el lago, no nos quiere decir que no hubiera otra manera de librar a ese hombre. El Señor podría haber fulminado a la legión de demonios con un simple suspiro. Sin embargo, también quería enseñarnos el inmenso valor de una sola vida humana frente a todo lo demás. La vida humana como un bien absoluto frente a todos los otros bienes que siempre serán relativos. Y esta es otra de las enseñanzas de este Evangelio para el mundo de hoy, un mundo dominado por la ambición de poder y de riquezas. En dónde se suprime la vida si esta estorba el propio enriquecimiento. En dónde la eliminación de la vida humana se ha llegado a convertir en fuente de negocio, incluso cuando esta no ha llegado todavía a nacer. Los habitantes de Gerasa, al igual que el mundo de hoy, no entendieron esto, por eso le rogaron que se marchase de su país.
Una última idea: Dice el Evangelio que mientras Jesús se embarcaba, el endemoniado le pidió que lo admitiese en su compañía. Pero no se lo permitió. No es que Dios no lo aceptase en su compañía, es que tenía otra misión para él: la de anunciar a los suyos lo que el Señor había hecho con él por su misericordia. Y aquí también podríamos reflexionar cuando en nuestra propia vida Dios frustra nuestros planes. No es que Dios no te permita tener tus propios planes, es que los que El tiene para ti, seguro que son mucho mejores. Tanto que, al igual que con el endemoniado de Gerasa, todos se admirarán. Como decían en la película “Bella”: “Si quieres hacer reír a Dios, cuéntale tus planes”. Y no es porque Dios se ría de ti, es porque tus planes son birriosos comparados con los que Él tiene para ti. Pruébalo y verás.