24 enero 2012. Martes de la tercera semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

Hoy nos ofrece el Evangelio un texto desconcertante. Parece que Jesús hace un desplante a su madre y a sus familiares. Pidamos luz al Espíritu Santo para que abra nuestras inteligencias y prepare nuestros corazones, con el fin de que entendamos y vivamos lo que nos quiere comunicar hoy con su Palabra.

1. Contemplar la escena. Contemplemos la escena con los ojos del corazón. Jesús está en casa, en Cafarnaún. La gente está sentada alrededor de él, pendiente de sus palabras. Jesús pasea la mirada por el corro; les mira a los ojos. Ellos se sienten mirados por Jesús... ¡Cuánto nos gustaría también a nosotros estar en casa de Jesús, en este ambiente familiar: escuchándole, mirándole, estando pendiente de sus palabras, sabiendo que él nos mira...! No tenemos que envidiar a la gente de Cafarnaún, porque con los ojos de la fe descubrimos a Jesús que nos une con Él y con nuestros hermanos en una misma familia, que nos está mirando en este rato de oración –desde el sagrario o desde lo profundo de nuestro interior-, y que nos está enseñando, dirigiéndonos su Palabra, hablándonos al corazón. Señor: aquí estoy, ¿qué me quieres decir hoy?

2. El que cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano...” A primera vista puede parecer que Jesús, con estas palabras, pretende alejar de si a su madre y a sus familiares... Sin embargo atendamos al contexto: este pasaje se sitúa casi a continuación de la elección de los apóstoles. Vemos en el Evangelio que el Señor frecuentemente integra en sus enseñanzas lo que ocurre a su alrededor. Cuando llegan los familiares, Jesús está enseñando a sus discípulos, y aprovecha la ocasión para inculcarles que ellos forman ahora en torno a Él una nueva familia, no basada en los lazos de la sangre, sino en la voluntad de Dios. ¿Cómo entendemos la vida de familia?

3. Escuchar la palabra de Dios y cumplirla. El pasaje paralelo de san Lucas relata: “mi madre y mis hermanos son estos: los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen”. Es la misma expresión que aparece en la parábola del sembrador (Lc 8, 15). No basta con escuchar la Palabra de Dios. En esta parábola hay tres tipos de personas que escuchan pero no ponen por obra. Los de corazón-camino “escuchan, pero luego viene el diablo y se lleva la palabra de sus corazones”. Luego están los de corazón-pedregoso que “reciben la palabra con alegría, pero no tienen raíz; por algún tiempo creen, pero en el momento de la prueba fallan”. Por último, los de corazón-abrojos, que son “los que han oído, pero, dejándose llevar de los afanes, riquezas y placeres de la vida, se quedan sofocados y no llegan a dar fruto”. Nosotros también estamos escuchando la Palabra, pero ¿hasta qué punto estamos en disposición de cumplirla?

4. María: modelo de los que acogen la Palabra de Dios y la cumplen. Cuando la mujer del gentío dijo a Jesús: “Bienaventurado el vientre que te llevó y los pechos que te criaron” (Lc 11, 27), Él contestó: “Mejor, bienaventurados los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen”. Es el mismo sentido que tiene el pasaje paralelo de san Lucas “mi madre y mis hermanos son estos: los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen”: está situado casi a continuación de la parábola del sembrador, para indicar que María es la que mejor ha escuchado la Palabra de Dios y la ha cumplido, hasta el punto de dar el mejor de los frutos: el fruto bendito de su vientre, Jesús. ¿Acudimos a la Virgen como modelo nuestro en el seguimiento de Jesús?

5. ¡Somos hermanos de Jesús! Comenta san Agustín: «amadísimos hermanos, prestad atención a vosotros mismos: también vosotros sois miembros de Cristo, cuerpo de Cristo. ¿Cómo lo sois? Poned atención a lo que el mismo Cristo dice: “Éstos son mi madre y mis hermanos”. ¿Cómo seréis madre de Cristo? “El que escucha y cumple la voluntad de mi Padre del cielo, ése es mi hermano, y mi hermana, y mi madre”». Jesús nos considera de su familia íntima, si cumplimos la voluntad de Dios. Somos auténticamente hijos del Padre y hermanos de Jesús. ¿Vivimos con alegría esta familiaridad con Dios, y todo lo que conlleva?

Oración final. Santa María, madre de Jesús y madre y modelo nuestra. Enséñanos a escuchar a tu Hijo, a mirarle, a estar pendiente de sus palabras, en medio de la familia de la Iglesia. Y enséñanos, como Tú, a acoger la Palabra de Dios y a cumplirla, para que seamos nosotros también hermanos de Jesús, y por tanto hijos tuyos.

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