26 enero 2012. San Timoteo y San Tito – Puntos de oración

* Por la sintonía con la fiesta que celebramos hoy, vamos a iniciar estas ideas con unas palabras del Papa Benedicto XVI en la Exhortación Apostólica VERBUM DOMINI, de 30 de septiembre de 2010, sobre la Palabra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia:

Anunciar al mundo el «Logos» de la esperanza (número 91)

“El Verbo de Dios nos ha comunicado la vida divina que transfigura la faz de la tierra, haciendo nuevas todas las cosas” (cf. Ap 21,5). Su Palabra no sólo nos concierne como destinatarios de la revelación divina, sino también como sus anunciadores. Él, el enviado del Padre para cumplir su voluntad (cf. Jn 5,36-38; 6,38-40; 7,16-18), nos atrae hacia sí y nos hace partícipes de su vida y misión. El Espíritu del Resucitado capacita así nuestra vida para el anuncio eficaz de la Palabra en todo el mundo. Ésta es la experiencia de la primera comunidad cristiana, que vio cómo iba creciendo la Palabra mediante la predicación y el testimonio (cf. Hch 6,7) Quisiera referirme aquí, en particular, a la vida del apóstol Pablo, un hombre poseído enteramente por el Señor (cf. Flp 3,12) -«vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí» (Ga 2,20)- y por su misión: «¡Ay de mí si no anuncio el Evangelio!» (1 Co 9,16), consciente de que en Cristo se ha revelado realmente la salvación de todos los pueblos, la liberación de la esclavitud del pecado para entrar en la libertad de los hijos de Dios.

En efecto, lo que la Iglesia anuncia al mundo es el Logos de la esperanza (cf. 1 P 3,15); el hombre necesita la «gran esperanza» para poder vivir el propio presente, la gran esperanza que es «el Dios que tiene un rostro humano y que nos ha amado hasta el extremo (Jn13,1)». Por eso la Iglesia es misionera en su esencia. No podemos guardar para nosotros las palabras de vida eterna que hemos recibido en el encuentro con Jesucristo: son para todos, para cada hombre. Toda persona de nuestro tiempo, lo sepa o no, necesita este anuncio. El Señor mismo, como en los tiempos del profeta Amós, suscita entre los hombres nueva hambre y nueva sed de las palabras del Señor (cf. Am 8,11). Nos corresponde a nosotros la responsabilidad de transmitir lo que, a su vez, hemos recibido por gracia.

* Sobre los santos que hoy celebramos: Timoteo era hijo de padre pagano y madre judía. Su madre y su abuela le inculcaron la fe y el conocimiento de la Sagrada Escritura. Conoció a Pablo y se hizo cristiano, convirtiéndose en un gran colaborador para el apóstol. Tito era pagano, y una vez convertido, también fue un gran evangelizador, a quien Pablo le confió la conducción de comunidades difíciles. Las cartas dirigidas a ellos dos se llaman “pastorales”, porque presentan instrucciones para la tarea pastoral que les tocó a estos encargados de presidir las comunidades.

Pablo reconoce en Timoteo una tradición de fe de una familia judía, que se abrió a la novedad de la revelación de Jesús. En Timoteo se dio un proceso similar al del apóstol, que es también el proceso del pueblo de Israel que ha recibido al Señor. En todos estos casos, se manifiesta que Dios fue preparando un pueblo y en ese pueblo, a hombres y mujeres que luego recibieron a Jesús.

* Sobre el Evangelio: El discurso de Jesús es un programa para todo misionero: anunciar, proclamar, explicar la Buena Nueva, aceptar la pobreza como signo de libertad y recibir lo que se le dé como signo de fraternidad. Pero aun así, el misionero deberá cuidarse, porque muchos “lobos” le amenazarán. El Reino de Dios está cerca, y nosotros somos sus testigos y anunciadores.

La comunidad cristiana ha de pedir que el Señor «mande obreros a su mies». Pedir y orar es tomar conciencia de las grandes necesidades que nos rodean, poner los medios necesarios, y por supuesto, confiar en Dios, para que los trabajos apostólicos tengan fruto abundante.

Oración Final:

¡Oh Dios, Padre de misericordia, cuyo Hijo, clavado en la cruz, proclamó como Madre nuestra a santa María Virgen, Madre suya, concédenos, por su mediación amorosa, que tu Iglesia, cada día más fecunda, se llene de gozo por la santidad de sus hijos, y atraiga a su seno a todas las familias de los pueblos! Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

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