Estamos al comienzo de un nuevo año, tiempo de gracia y esperanza. Al comenzar hoy la oración, seguimos en actitud de agradecimiento por tantos dones recibidos, muchos de los cuales ni siquiera somos conscientes de ellos; a la vez con grandes deseos de paz, felicidad y amor para este año que recién estamos estrenando. Me parece muy acertado comenzar la oración dando gracias y pidiendo por nosotros, pero sobre todo por tantas personas necesitadas de todo tipo de bienes y que esperan un 2012 mejor, mucho mejor…
Hoy la Iglesia nos presenta dos santazos, de esos que lo dieron todo por la Iglesia de su tiempo, ambos obispos y doctores: San Basilio (magno) y San Gregorio Nacianceno. Sólo quiero destacar un aspecto de su vida; la cálida amistad que mantuvieron durante toda la vida.
“Nos movía un mismo deseo de saber, actitud que suele ocasionar profundas envidias, y, sin embargo, carecíamos de envidia; en cambio, teníamos en gran aprecio la emulación. Contendíamos entre nosotros, no para ver quién era el primero, sino para averiguar quién cedía al otro la primacía; cada uno de nosotros consideraba la gloria del otro como propia.
Parecía que teníamos una misma alma que sustentaba dos cuerpos. …, a nosotros hay que hacernos caso si decimos que cada uno se encontraba en el otro y junto al otro. De los sermones de san Gregorio Nacianceno, obispo.
La Palabra de Dios de este segundo día del año, en cuanto al Evangelio (Jn 1, 19-28) nos presenta la humildad de Juan el Bautista. Se le acercaron unos judíos enviados por los sacerdotes y levitas de Jerusalén a preguntarle: ¿tú quién eres?, Es decir, ¿tú, quien te crees que eres? ¿Acaso, te creses el Mesías? Juan les aclara con toda sencillez que él no es el Mesías, que no es más que “la voz que grita en el desierto: allanad el camino del Señor”.
Santa Teresa define la humildad como andar en verdad. “…; sino que andemos en verdad delante de Dios y de las gentes de cuantas maneras pudiéremos, en especial no queriendo nos tengan por mejores de lo que somos, y en nuestras obras dando a Dios lo que es suyo y a nosotras lo que es nuestro, y procurando sacar en todo la verdad, y así tendremos en poco este mundo, que es todo mentira y falsedad, y como tal no es durable. … Dios es suma Verdad, y la humildad es andar en verdad, que lo es muy grande no tener cosa buena de nosotros, sino la miseria y ser nada; y quien esto no entiende, anda en mentira. (Las Moradas, 10)
Y en este tiempo tranquilo y sereno de nuestra meditación podemos imitar al P. Morales en su humildad y en su confianza en el trato con la Virgen. Él nos recomienda el “truco” que a él le ha funcionado: “Hazte tan pequeño que puedas meterte con holgura en el Corazón de la Virgen. Ella te hará más diminuto aún –te lo digo por experiencia-, para que quepas en el de Cristo y seas feliz en El” (Tesoro Escondido).
Y terminemos la oración con un coloquio a Nuestra señora. En María encontramos la mujer humilde que supo escuchar la Palabra de Dios, acogerla en su corazón y ponerla por obra.
“¡Santa María, hazme humilde según el corazón de Dios, bendíceme y bendice a cuantos viven conmigo, a cuantos me encuentro por el camino de la vida! ¡Bendice de una manera muy especial a cuantos viven solos, abandonados, enfermos, tristes; a cuántos viven sufriendo para que encuentren sentido a todo lo que les pasa y vivan con esperanza! ¡Dios te salve, María… llena de gracia,…!