El texto de los Hechos de los Apóstoles que nos ofrece la Iglesia en esta fiesta del Apóstol San Bernabé es muy alentador para todos nosotros, que queremos ser transmisores de la fe en esta nueva evangelización en que nos encontramos.
En Antioquía “muchos se convirtieron y abrazaron la fe”. ¿La causa? No se atribuye a la acción de ningún testigo en concreto, sino a la acción de la gracia de Dios”. El apóstol Bernabé es enviado entonces desde Jerusalén para corroborar esa acción de Dios. Sin duda que hubo testigos “anónimos” que llevarían el evangelio a esa ciudad, pero este pasaje nos enseña que el actor principal de la nueva evangelización es el Espíritu Santo, la gracia de Dios que actúa en los corazones y los abre desde dentro al evangelio. Pablo VI escribió que “la Iglesia evangeliza cuando, por la sola fuerza divina del Mensaje que proclama, trata de convertir al mismo tiempo la conciencia personal y colectiva de los hombres” (Evangelii nuntiandi 18).
Esto nos tiene que llenar de confianza en nuestro apostolado: no somos nosotros los que convertimos, sino la Palabra de Dios, que llama a los corazones y actúa con su luz y con su fuerza en el interior de cada persona. Pero esa Palabra necesita de una voz para propagarse: cada uno de nosotros ha de dar voz a la Palabra, como San Juan Bautista a Jesús. Y no sólo nuestra voz, sino nuestra vida para encarnarse en ella y poder ser una Palabra viva para nuestros hermanos. Es nuestra misión en esta Campaña de la Visitación.
“Volvieron a ayunar y a orar, les impusieron las manos y los despidieron”. Esta conciencia de que somos instrumentos de la acción de la gracia divina se pone de nuevo de manifiesto al final de la lectura: El Espíritu Santo se manifiesta mientras los discípulos oran y ayunan, y así se preparan para que la misión de Bernabé y pablo pueda dar fruto. La oración y el ayuno son las armas del apóstol; con ellas ayuda a que el Señor transforme su corazón y el de los demás.
Para concluir nuestra oración pidamos a la Virgen María ser como el apóstol Bernabé que hoy celebramos: “hombres de bien, llenos de Espíritu Santo y de fe”.