11/6/2013, San Bernabé, apóstol

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles (11, 21b-26; 13, 1-3)

En aquellos días, muchos se convirtieron y abrazaron la fe. Llegó noticia a la Iglesia de Jerusalén, y enviaron a Bernabé a Antioquia; al llegar y ver la acción de la gracia de Dios, se alegró mucho y exhortó a todos a seguir unidos al Señor con todo empeño; como era hombre de bien, lleno de Espíritu Santo y de fe, una multitud considerable se adhirió al Señor. Más tarde salió para Tarso, en busca de Saulo; lo encontró y se lo llevó a Antioquía. Durante un año fueron huéspedes de aquella Iglesia e instruyeron a muchos. Fue en Antioquía donde por primera vez llamaron a los discípulos cristianos. En la iglesia de Antioquía había profetas y maestros: Bernabé, Simeón, apodado el Moreno; Lucio el Cireneo, Manahén, hermano de leche del rey Herodes, y Saulo. Un día que ayunaban y daban culto al Señor, dijo el Espíritu Santo: -«Apartadme a Bernabé y a Saulo para la misión a que los he llamado.» Volvieron a ayunar y a orar, les impusieron las manos y los despidieron.

Salmo responsorial (Sal 97, 1. 2-3ab. 3c-4. 5-6)
R. El Señor revela a las naciones su justicia

Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas:
su diestra le ha dado la victoria, su santo brazo. R.

El Señor da a conocer su victoria, revela a las naciones su justicia:
se acordó de su misericordia y su fidelidad en favor de la casa de Israel. R.

Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera; gritad, vitoread, tocad. R.

Tañed la citara para el Señor, suenen los instrumentos:
con clarines y al son de trompetas, aclamad al Rey y Señor. R.

ALELUYA, ALELUYA

Id y haced discípulos de todos los pueblos -dice el Señor-; yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.

ALELUYA

Lectura del santo Evangelio según San Mateo (10,7-13)

En aquel tiempo dijo Jesús a sus apóstoles: -«Id y proclamad que el Reino de los cielos está cerca: curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad demonios. Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis. No llevéis en la faja oro, plata ni calderilla; ni tampoco alforja para el camino, ni otra túnica, ni sandalias, ni bastón; bien merece el obrero su sustento. Cuando entréis en un pueblo o aldea, averiguad quién hay allí de confianza y quedaos en su casa hasta que os vayáis. Al entrar en una casa saludad; si la casa se lo merece, la paz que le deseáis vendrá a ella. Si no se lo merece, la paz volverá a vosotros.»

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