1. Oración preparatoria hacemos la señal de la cruz y nos ponemos en la presencia de Dios. Rezamos mentalmente la oración preparatoria de Ejercicios: “Señor, que todas mis intenciones, acciones y operaciones sean puramente ordenadas en servicio y alabanza de tu divina majestad.” (EE 46)
2. Petición: para ello leemos despacio la oración colecta que la iglesia nos propone hoy: “Oh Dios, fuente de todo bien, escucha sin cesar nuestras súplicas, y concédenos, inspirados por ti, pensar lo que es recto y cumplirlo con tu ayuda. Por nuestro Señor Jesucristo .Amén.”
3. Puntos para orar:
En la Milicia de Santa María, intentamos vivir, del 31 de mayo, Visitación de la Virgen, al 7 de octubre, Nuestra Señora del Rosario, la que llamamos Campaña de la Visitación. Durante estos meses, que engloban el verano y las vacaciones de muchos de nosotros, queremos imitar la actitud de servicio y fidelidad al Espíritu que la Virgen vivió en su “veraneo” de tres meses en casa de su prima Isabel. Pienso que la actitud de la Virgen en la Visitación continuó en la Iglesia naciente. En las últimas semanas he estado leyendo el libro “la belleza de María (ensayo de teología estética)” escrito por el teólogo dominico P. Miguel Iribertegui, recientemente fallecido. Algunas ideas me han parecido muy sugerentes y creo que me han ayudado en la oración, al considerar la vida y el papel de la Virgen en la Iglesia de los orígenes. Transcribo a continuación algunos párrafos del libro.
“No puede haber un estado de vida cristianamente fecundo fuera de la comunidad. Ni siquiera en el caso de una vida perfecta como la de María hubo otro final que el de la comunidad eclesial. A su vez la iglesia recibirá la fecundidad de la Madre y de ella impregnará sus tejidos sacramentales. Así mutuamente se enriquecieron: María fue recibida por Juan, no viceversa, y se sometió a la ley eclesial, a un marco institucional, según la experiencia común: el amor a Dios proyectado hacia la comunidad. Cuando su ciclo personal parecía acabado tiene que emprender otro rumbo y queda en otra casa, con otro hijo, frente a un futuro por hacer, entre formas de existencia nuevas. En la comunidad aceptó a Pedro que "tomó la palabra" (Hech 1, 15); ella seguía apeteciendo la palabra, aun de labios del que le negó, pero ahora confesaba a Jesús con fuerza y autoridad ejemplar diciendo a todos: "sois linaje escogido, pueblo de reyes, asamblea santa, pueblo sacerdotal" (1 Pe 2). Escuchaba como pobre, como esclava del Señor, meditando todo en su corazón, sin pretender tener voz oficial ni cargo ministerial. Pedro también estaba lleno del Espíritu para aquella presidencia.
En la primera comunidad pudo oír a Pablo himnos llenos de fuerza en los que Jesús adquiría la talla de Kirios y una descripción apropiada: "Jesús, nombre sobre todo nombre" (Fil 2, 6-11), (…) Tomó conciencia de que ella era mediación hacia el Padre, que su papel no se llenaba de sentido sino en la iglesia, que de gran parte del misterio del Kirios (origen humano, infancia), sólo ella había sido testigo. La iglesia era, no obstante, el final de su Hijo, su mismo Hijo en su extensión corporal e histórica, la última verdad de la fe, último tramo de vida, objetivo de toda espiritualidad, desde donde se accede al Padre.” (…) “No se dice más de María en la Escritura, quizás para que lo dicho pueda ser imitado por la iglesia: la valoración de la comunidad. Comenzó su vida de fe como "esclava del Señor" y la acabó como hermana en medio de la comunidad de hermanos. En ello se cumple uno de los aspectos de la tipología mariana para la iglesia. Llena de gracia, también llena de gloria, aunque ésta quede escondida hasta que la iglesia la vaya descubriendo.” (ob. cit. pag 327 y 329)
En esta parte del año litúrgico, el tiempo ordinario, recordamos la vida de la iglesia naciente. Y María estaba allí, en los primeros balbuceos de la Iglesia, del Cuerpo Místico de Cristo, como Madre nuestra que era, dentro de la Iglesia, sirviendo con discreción y amor, como en la Visitación, Caná, al pie de la Cruz. Entonces, y ahora, ya asunta en los cielos, como esclava del Señor y como Madre nuestra, en la Iglesia
4. Unos minutos antes del final de la oración: Avemaría o Salve a la Virgen.
5. Examen de la oración: ver cómo me ha ido en el rato de oración. Recordar si he recibido alguna idea o sentimiento que debo conservar y volver sobre él. Ver dónde he sentido más el consuelo del Señor o dónde me ha costado más. Hacer examen de las negligencias al preparar y al hacer la oración. Pedir perdón y proponerme algo concreto para enmendarlo.