En esta fiesta del Corpus Cristi el Señor se quiere hacer
presente en todos los rincones de la tierra. Hay muchas personas bautizadas que
hace tiempo no entran en las iglesias o capillas donde se encuentra presente
sacramentalmente. Y nos está esperando.
En este día Jesús se quiere hacerse presente a todas las personas
que se acerquen. Hoy la presencia de Jesús invade las calles de nuestros
pueblos y ciudades. En unas con esplendor y solemnidad y en otras en medio de la sencillez, pero en
todos los lugares de la tierra, repartiendo paz, gozo, alegría y esperanza
en medio de las pruebas.
Algunos recordaréis esta canción que se ha cantado a Jesús en la Eucaristía y en la procesión del Corpus Cristi a
lo largo de muchos años:
Cantemos al amor de los amoresCantemos al Señor.Dios está aquí, ¡venid adoradoresAdoremos, a Cristo Redentor!¡Gloria a Cristo JesúsCielos y tierra, bendecid al SeñorHonor y gloria a Ti, rey de la gloriaAmor por siempre a TiDios del amor!
Los balcones y el pavimento, en multitud de calles por las
que pasará el Santísimo, se engalanan y se llenan de música y canciones que se
alternan con silencios de adoración a
Jesús Eucaristía.
Salgamos de nuestra rutina y comodidad y abramos el
corazón para recibir a Cristo Eucaristía en este
Domingo especial.
El maná que recibimos en la Eucaristía no es como el que
recibió el pueblo de Israel en
el desierto. Este maná es el
mismo Cuerpo y Sangre de Cristo, entregado por nosotros a lo largo de su vida, muerte y
resurrección.
Jesús en la Eucaristía nos espera, no solamente para
bendecirle, pedirle por
nuestras necesidades y darle gracias por todos los beneficios recibidos…
Nos espera para llenarnos y colmarnos de su amor. Con un amor que no se puede describir. Nos ama tanto que
nos da su Cuerpo y Sangre. Pregúntale a la Virgen María que te ayude a vivir
este misterio. Si le tomo con amor me convierto en otro cristo que pasea por las calles de la ciudad
donde vivo. Y haré lo que Él hace: saciar a los hambrientos y sedientos con el verdadero pan y con la sangre entregada
Este es el Aleluya, que se recita antes de la proclamación
del evangelio de hoy: Yo soy
el pan vivo que ha bajado del cielo –dice el Señor- ; el que coma de este pan
vivirá para siempre.
Yo soy el pan vivo bajado del cielo. Pregúntale a Jesús que te explique lo que quiere decir con
esta frase. ¿Recuerdas alguna persona que haya sido capaz de afirmar lo que
Jesús dice de sí mismo? Sin alimento no se puede vivir. El pan, para occidente es el alimento
básico. Cuando falta el pan en
una familia está a punto de convivir con la miseria. Esto que lo entendemos en
el aspecto fisiológico, no lo descubrimos, por falta de fe cuando no nos
alimentamos de este pan vivo que es Cristo.
El que coma de este pan vivirá para siempre.
Jesús se define como pan vivo que ha bajado del cielo, se
ha encarnado precisamente, ha bajado del cielo para divinizarnos, para vivir eternamente junto a Él. Nos pide
una condición necesaria; que le comamos. Pero para comerle hay que saber lo que
recibimos y debemos estar preparados para ello. No se puede recibir este Pan
sin la visión de fe que es a Dios a quien recibimos y tenemos que estar limpios. Tan limpios
como el alma de los niños que han tomado la primera comunión en estos días y
que están dispuestos a no separarse jamás de su mejor Amigo, Jesús.
Y para terminar una
cita de Santo Tomás de Aquino,
un enamorado de la
Eucaristía:
“La suavidad de este Sacramento, nadie puede expresarla.
La dulzura espiritual se
saborea en su fuente. Se evoca den el recuerdo de la admirable caridad que
Cristo mostró en su Pasión… Para
provecho de todos, vivos y difuntos, se ofrece el sacrificio que para bien de
todos fue instituido”.