Hoy, después de la Solemnidad del
Corazón de Jesús, celebramos el Inmaculado Corazón de María. Es un día para
vivir dentro del Corazón de nuestra Madre, para acogernos a Ella y para dejar
que nos introduzca en su Hijo. Pidamos luz al Espíritu Santo para que nos
ilumine y nos adentre en la profundidad del amor de la Virgen. Os propongo
saborear en la oración cinco imágenes-símbolos-comparaciones del Corazón de la
Virgen en su relación con nosotros.
1. Álbum de familia. En nuestras casas
ocupa un lugar privilegiado el álbum que contiene la selección de las
fotografías de los acontecimientos familiares. Al repasarlo revivimos esos
momentos claves que nos han constituido como personas, y afianzamos nuestra
identidad y los lazos de familia. El Corazón de la Virgen es ese álbum
familiar. “María conservaba todo esto en su corazón”, escuchamos en el
evangelio de hoy. María pasa los acontecimientos por su corazón, los conserva,
los dota de su sentido auténtico. Acudamos a María, como a la Madre que Jesús
nos legó al pie de la Cruz, y repasemos -uniendo nuestro corazón al suyo-, los
acontecimientos clave de nuestra historia en el Señor: el regalo de la vida, el
don del bautismo, la familia, los sacramentos, la conversión, la comunidad de
fe… y hasta esos “hilos negros” del tapiz de nuestra vida, incomprensibles
fuera de su Corazón Inmaculado.
2. Cápsula de astronauta. Así
consideraba el P. Morales al Corazón de la Virgen. Lo escribe en un relato
autobiográfico, elocuente por sí solo, que podemos suscribir cada uno: “El astronauta
realiza su hazaña, atraviesa la atmósfera, se remonta a la estratosfera,
aterriza en un planeta desconocido. Supera toda clase de obstáculos
encerrándose en una cápsula metálica protectora. Gracias a ella conserva su
vida, la defiende haciéndose insensible a los cambios de presión o temperatura.
El Corazón de la Virgen ha sido para mí esa cápsula protectora tan providencial
y acogedora. Tentaciones de todas clases, desconfianzas, incomprensiones,
miedos, desengaños, persecuciones…, pero de todas estas cosas me libró el
Señor, dándome a María como Madre. Refugiado en la cápsula de Su Corazón
inmaculado, era inasequible al desaliento, invulnerable a los torpedos
enemigos, flotando entre limitaciones y miseria”.
En este mismo sentido escribe Tomás de Kempis:
“¿Dónde podremos encontrar otro refugio más seguro que en el Corazón
Misericordioso de María? Allí el pobre encuentra hospedaje, el enfermo
medicina, consuelo el triste, consejo el que se debate en medio de las dudas y
socorro y ayuda el que se siente abandonado”.
3. Molde y la artista. Abelardo
asemejaba el Corazón de María a un molde –el de Jesús- y al mismo tiempo a las
manos del escultor que utiliza la materia informe para formar a Jesucristo en
ella: “El Corazón de la Virgen Santa María es el molde en que me vaciaré para
formarme en Cristo. Y su mano de Madre será la del artista que modelará en mí
los rasgos de Jesús”.
4. Enzima que me une a Cristo. En una
imagen familiar para “los de ciencias”, el Corazón de la Virgen es como el
centro catalítico de una enzima en el que nos introducimos. Si nos dejamos
hacer y deshacer, Ella nos acercará a Jesucristo, y nos fundirá en un abrazo ya
inseparable con Él, por el cual seremos uno con Cristo. Como cantaba Abelardo,
hará realidad el “capricho de amores: de dos corazones hacer un latir…”
5. Relicario de amor. El Corazón de la
Virgen es un horno de amor. Muchas veces nos encontramos como fríos, distantes
del Señor. Si nos introducimos en el Corazón de la Virgen, Ella caldeará el
nuestro. Como escribe de nuevo el P. Morales. “relicario del amor más noble y
limpio, ha sido y es para mí el Corazón de la Virgen. Debe también serlo cada
día más para ti. Relicario en que arde el incienso del más puro amor a Dios y a
los hombres. El Corazón de su Madre suple mi incapacidad para adorarle a El con
la plenitud que merece y yo deseo”.
¿Necesitamos más imágenes? Servirían
otras: cofre del tesoro, espejo de pureza, escudo protector, cuna en la que nos
mecemos. Y puntos suspensivos que podríamos ir considerando y saboreando a lo
largo de la oración, o del día o de la vida… Descubriremos que la realidad del
Corazón de la Virgen supera mil veces a las mejores imágenes… Podemos hacer,
como oración final, ésta de san Bernardo: “Oh Reina, que robas el corazón de
los hombres con tu dulzura, ¿no es verdad, Señora, que ya has robado el mío?
(…) Me abrazas e inmediatamente quedo embriagado con tu amor. Y entonces ya no
distingo mi corazón del tuyo; ni ya puedo pedir otra cosa sino tu corazón. Y ya
que mi corazón ha quedado embriagado con tu dulzura, gobiérnalo por el tuyo y
guárdalo en la sangre del Cordero, y ponlo en el costado de tu Hijo”.