22 junio 2013. Sábado de la XI semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

Hoy cada una de las lecturas de la misa nos aporta materia abundante para nuestra oración. Parecen pensadas para el momento actual. Es muy posible que al final de un curso intenso nos encontremos cansados y agobiados. Pidamos al Espíritu Santo que nos alcance luz para adentrarnos en el mensaje que el Señor quiere darnos, fuerza para acogerlo, y amor más intenso a Él, traducido en una mayor entrega a los demás.

1. “No estéis agobiados por la vida”. El evangelio de hoy nos habla del agobio hasta cinco veces. Es un día muy apropiado para preguntarnos por nuestras preocupaciones e inquietudes: ¿Me encuentro agobiado? ¿Me inquieto por una causa concreta o por motivos más bien difusos? ¿A qué o a quién acudo cuando estoy agobiado...?

Jesús conoce bien nuestras preocupaciones. Habla del “agobio de la vida”, que desglosa en tres necesidades: lo que hemos de comer, beber y vestir. ¿Siguen siendo éstas hoy nuestras inquietudes? ¡Cuántas preocupaciones por “el cuerpo”, es decir, por la propia imagen, por la moda, por buscar el agrado de otros, por conseguir, o mantener un “estatus”, o por tantas necesidades artificiales que nos creamos...!

2. “¿No vale más la vida que el alimento y el cuerpo que el vestido?” El Señor nos hace mirar en otra dirección, nos hace ir a lo esencial, a lo que verdaderamente importa.

3. “¿No valéis vosotros más...?” ¿No provendrán nuestros agobios de haber olvidado un poco el sentido de nuestro valor y dignidad? “Los gentiles se afanan por esas cosas” porque piensan que “tanto tienes tanto vales”, y que el dinero es el motor del mundo. ¿No vendrán muchas preocupaciones de creer que nuestro valor está en las riquezas que atesoramos, y de habernos olvidado que nuestra dignidad procede de ser hijos de Dios? Cuando nos sabemos y sentimos amados del Padre todo cambia...

4. “Hombres de poca fe”. Jesús nos llama “hombres de poca fe” porque no percibimos que el Padre nos cuida, mucho más que a las aves del cielo y que a las flores del campo.

5. “No os agobiéis por el mañana”. Muchas veces vivimos preocupados porque no vivimos el momento presente, porque agrandamos los problemas con nuestra sensibilidad y con nuestra imaginación (la “loca de la casa”, como decía santa Teresa).

6. “Buscad el reino de Dios y su justicia; lo demás se os dará por añadidura”. Tratemos al Señor con confianza. Como un niño en brazos de su padre. Si nos abandonáramos en los brazos de Dios... Él lo sabe todo, lo puede todo y nos ama. Como reza la letra de “El senderito” que cantan las carmelitas: “Si Dios cuida de mí / ¿qué me puede faltar? / Ni un solo instante no me deja de mirar. / Mi vida suya es / cual diestro tejedor / la va tejiendo Él / con infinito amor”. Como rezamos en el salmo: “Gustad y ved qué bueno es el Señor...”. Y como concluye la primera lectura: “Te basta mi gracia... cuando soy débil, entonces soy fuerte”.

En resumen, Jesús nos transmite este mensaje hoy: Dios ya sabe que tenemos necesidades materiales, y conoce qué nos conviene en cada momento. Él está pendiente de cada criatura, y mucho más de nosotros, creados a su imagen y semejanza, y más aún, hijos en el Hijo. ¿Qué consecuencias prácticas nos deja este mensaje?

  • Vivir el momento presente. Dejar de lado los disgustos del mañana.
  • Considerar las riquezas como criaturas y no como señores. Solo Dios es mi Señor.
  • Buscando a Dios y sus cosas en la vida, todo lo demás nos lo dará por añadidura.
  • Vivir abandonados, confiados a Dios, en medio del mundo, como la flor del campo.

Oración final. Señor: Tú me sondeas y me conoces. Y te ríes de mis agobios. Que guste y vea “qué bueno eres, Señor”. Que comprenda que me basta tu gracia, y que tu fuerza se manifiesta en mi debilidad.

Anexo.

Os ofrezco dos fragmentos de meditaciones de Abelardo sobre este pasaje del evangelio, por si ayudan.

I. “Hoy, como la imaginación de muchísimas personas está fuertemente herida por los audiovisuales y la vida de sentidos, es difícil tener serenidad y paz para anclarse en Dios en el momento presente. La tentación nos lleva al pasado o al futuro. Suele traernos preocupaciones o incertidumbres: desganas, desconfianzas o desalientos. Contra esto lo mejor es vivir el ahora. «Temer a los males que puedan venirnos en el futuro, es como entrometerse en crear, es decir: dudar de que Dios es Padre» (santa Teresa de Lisieux). Jesús nos enseñó a no andar agobiados por el mañana, qué comeremos o vestiremos; por mucho que lo pensemos no podemos añadir un codo a nuestra estatura; busquemos primero el reino de Dios y todo lo demás se nos dará por añadidura. (cf. Mt 6, 33)” (Aguaviva, agosto 1991)

II. “Nuestro Señor Jesús dijo de las flores del campo que “no tejen ni hilan, pero ni el rey Salomón se vistió con mayor esplendor”. Nos alentó a contemplarlas e imitarlas. “No andéis preocupados por vuestra vida”. “Buscad el reino de Dios...” Creo que la contemplación de estas flores que nadie cuida, puede llevarnos a profundas y valiosas consideraciones. Veamos algunos rasgos de las florecillas del campo:

El primero de ellos es que carecen de protección. Nacen y crecen en el mayor desamparo. Nadie mitiga su pobreza ni reblandece la dureza de su suelo. Nadie las riega o las protege.

Un segundo rasgo: viven abandonadas a la Providencia divina. Están en tu mano, Señor. Tú las miras y las amas. Esto les basta. Y es que así fueron Jesús y la Virgen Madre en su vida oculta de Nazaret, sin olvidarnos de san José.

Un tercer rasgo de estas flores del campo es que son ignoradas de la gente. Por lo tanto, estas flores viven solo para Dios. Estas florecillas constituyen un ejemplo alentador para todos cuantos en el mundo buscan la perfección evangélica y pasan desapercibidos. No tienen quien les admire. No se habla de ellos. Viven en soledad idilios o tragedias, consuelos o sequedades. Roban las complacencias del Señor que le gusta “apacentarse entre lirios” (Ct 2, 1). Cuando se levantan huracanes que las azotan mandan más lejos su perfume.

¿No es hermoso vivir así en el mundo? Ten ánimo. Vive también tú así y siempre. No quieras trasplantes. Debes saber que Dios te ama y esto te basta. Feliz el alma que cree en su Amor”. (Aguaviva, diciembre 1998)

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