Para la oración de este día os propongo una meditación sobre el Corazón de Jesús, siguiendo un método abreviado de San Juan de Ávila –doctor de la Iglesia- propuesto es su obra Audi, Filia (escucha, hija) y que a tantos cristianos ha ayudado en su vida espiritual. Intercalaré pensamientos de Abelardo de Armas, maestro de oración y guía de jóvenes.
Preparación próxima: “buscar un lugar conveniente y apartado del bullicio… Desocuparse de todos los negocios y de toda conversación”.
Preparación inmediata:
1. Suplicar a Dios «que os hable en vuestro corazón con su viva voz, mediante aquellas palabras que de fuera leéis, y os dé el verdadero sentido de ellas».
2. Presencia de Dios: «Vuestras rodillas hincadas, pensaréis a cuán excelente y soberana Majestad vais a hablar».
Piensa que llevas dentro a tu Dios, y por tanto hagas lo que hagas y estés donde estés, goza de esa gran compañía. Lo sientas o no lo sientas, sea más visible o sensible o no. No pidas nada ni rechaces nada, que ya sabe Él que existes. Él lo sabe todo, lo puede todo y te ama. Abandónate en sus brazos. (Abelardo de Armas)
3. Humillación del corazón: “considerar la propia pequeñez, hacer una entrañable reverencia, y pedir licencia para hablarle a Dios”.
De todas las lecciones que el Divino Maestro nos enseñó debiéramos practicar como prioritaria la humildad; porque el humilde se deja inundar por la caridad. (A. de Armas)
4. Rezo vocal de devociones: «Rezad algunas devociones que debéis tener por costumbre». Rezar por sí mismo, por aquellos por los que se tiene obligación, y por toda la Iglesia, «el cuidado de la cual habéis de tener muy fijado en el corazón», y también por los no creyentes. Dirigir estas oraciones a Nuestra Señora, «a la cual habéis de tener muy cordial amor y entera confianza que os será muy verdadera Madre en todas vuestras necesidades» y, «a la Pasión de Jesucristo, nuestro Señor, la cual también os ha de ser muy familiar refugio de vuestros trabajos, y esperanza única de vuestra salud».
Cuerpo de la oración:
1. Consideraciones: “pensar en la materia con «ejercicios de devotas consideraciones y habla interior». Discurrir por los beneficios de Dios, las bondades hechas, los bienes recibidos, lo malo de la propia conducta”.
2. Afectos: sentir con la voluntad. «Este negocio más es de corazón que de cabeza». «Si con vuestro pensar sosegado el Señor os da lágrimas, compasión y otros sentimientos devotos», debéis tomarlos pero sin «ir mucho tras ellos», para evitar así perder «por seguirlas (los sentimientos o las lágrimas) aquel pensamiento o afección espiritual que las causó».
Tienes muy cerquita a la Madre Virgen. Y el Corazón de Jesús vive dentro de ti. Él te ama muchísimo y por eso realiza esas cosas en ti. Él es tu fuerza, tu vida, tu amor, tu gozo y tu apoyo en las miserias que nunca nos faltan para que seamos humildes y no podamos atribuirnos ningún mérito propio. ( A. de Armas)
3. Aplicación: Presentar delante de Dios los pensamientos tenidos, pidiéndole que los «asiente en lo más dentro de vuestro corazón».
Abrazar las miserias y hacerse pequeño supone intentar mantener a diario nuestro amor a los Corazones de Jesús y María. No desentenderse por nada. Recordar cada día que el Corazón de Jesús me amó y se entregó a la muerte por mí. Y el Corazón de María ve en nosotros el Dios que vive en unidad de inmenso amor, y nos sostiene junto a Él a pesar de nuestras pequeñeces y miserias. (A. de Armas)
No te desaliente nada ni nadie. Sería muy doloroso para el Corazón de Jesús si en alguna ocasión llegáramos a pensar que nuestra miseria es mayor que su misericordia. (A. de Armas)
Conclusión
Ofrecimiento: «sufrir con paciencia cualquier trabajo o desprecio que se os ofreciese», asumiendo con criterio práctico las conclusiones que fluyen de la materia considerada. «Y los propósitos buenos y fuertes que allí se cobran suelen ser sin comparación más vivos y salir más verdaderos que los que fuera de la oración se alcanzan».
La devoción al Corazón de Jesús es al Amor que es ofendido y pide reparación. Es el Amor que llega a todos, pide nuestra cruz de cada día, única fuente de vida y apostolado. (A. de Armas)