Empezamos nuestra oración invocando al Espíritu Santo: “Ven Espíritu Divino e infunde en nuestros corazones el fuego de tu amor”.
En los puntos de oración de este día haremos hincapié en lo que Dios nos pide como requisito para poder seguirle en profundidad: abandonar todo lo que nos ata en este mundo, dejando todo eso atrás para darnos por entero a Él, como Él se nos da. Como dicen, tanto la carta del Apóstol Santiago como el Evangelio de hoy, no tenemos que atarnos ni a títulos, ni al dinero, ni a bienes o placeres de esta tierra porque, aunque en realidad puedan ser cosas buenas en sí mismas, el peligro es poner el corazón y nuestra vida en ellas. Son placeres aparentes que no llenan el alma ya que ésta sólo es llenada por Dios; por lo tanto si de algo tenemos que presumir que no sea de lo que ganamos en este mundo, sino de sentirnos amado por Dios.
Le pedimos a la Santísima Virgen que nos dé fortaleza para vencer todas las dificultades que salgan a nuestro encuentro, en el día a día, y para no cansarnos nunca de anunciar que Dios nos ama con locura.