18 junio 2013. Martes de la XI semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

Nadie puede decir el nombre de Dios si no es con la gracia del Espíritu Santo. Acudamos pues al Amor para meditar hoy la palabra del mismo Jesús. Recostemos nuestra cabeza en manos de María y, al hacernos niños, entenderemos mejor.

“¡Sed perfectos, como vuestro Padre que está en el cielo es perfecto!”

Este atributo de Dios, nos dice Jesús, es el que tenéis de modelo. Y lo concreta en: AMAR A LOS ENEMIGOS y ORAR POR LOS QUE NOS PERSIGUEN.

Y algunos ejemplos del perfecto Padre es que hace salir el sol y envía la lluvia sobre buenos y malos.

Estamos hablando de la magnanimidad de corazón con una doble actitud;

  • Activa; si me persiguen, odian, injurian…estoy obligado a amar y orar
  • Generosa, imparcial; seguir regalando “sol y agua” al que me hace mal y al que me trata bien.

¡SED PERFECTOS!

¡Casi nada, nos manda el Señor! ¿Quién de nosotros ama y ora por sus contrarios? Para ello, sabemos que, primero debemos destilar de nuestro corazón, la ponzoña amarga del rencor, la ira, el orgullo herido. Cuánto trabajito para perdonar y cuánta gracia de Dios hemos experimentado para dar ese paso, en ocasiones.

¿Quién se aproxima, al otro día de ser ofendido, al lado del ofensor y le regala el sol de su sonrisa y el agua de la amabilidad? ¿A quién no se le enturbia el agua del propio corazón cuando escucha ofensas, críticas? Por el contrario, ¡cómo nos hincha escuchar alabanzas y reconocimientos!; prueba de lo alejado que está nuestro corazón de la VERDAD de lo que somos.

¡Uf! esto, es más que durillo. Ciertamente hay mucha cuesta arriba. ¡Qué bien conoce Jesús donde nos aprieta el zapato!: como para salir corriendo. Pero hay algo que nos dice que ¡SÍ! Que es por aquí, por este caminito empinado, por donde nos liberaremos de las secuelas del odio, la revancha, el rencor.

La meta ciertamente está muy, muy arriba. Pienso que cuando seamos capaces, en cada ofensa, de amar, orar y seguir regalando paz estaremos a la altura de la santidad que nos pide el Padre del Cielo.

La realidad tozuda de nuestro fracaso, en vivir así, es evidente. ¿Y ahora qué? Pienso que por nuestras propias fuerzas sería inalcanzable conseguir esa grandeza de corazón. Hay otro corazón, inmenso como la misma Creación, abierto y destrozado a un tiempo. El, experimentó voluntariamente ser torturado para liberarnos de los cerrojos, que en el nuestro, pone el odio y la amargura. ¡Sin mí no podéis hacer NADA! Vamos a esta fuente a beber misericordia, comprensión, olvido de ofensas; en ella se regala ternura (para uno y los demás).

El Padre del Cielo que exige tantísimo a nuestra alma, nos ha regalado en su amado hijo la luz, fuerza y consuelo para vencer en estas batallas: “venid a mí y yo os liberaré”. El truco está aquí; ID A ÉL y TODO SE HARÁ POCO.

Abismos de lucha que experimentamos pero montañas de misericordia y amor que nos alcanza Santa María; la delicada mano que, junto a nosotros, en la cuesta empinada de nuestra vida, nos va diciendo. ¡Ánimo, hijo mío!

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