1. “El Señor nos sacó de Egipto con mano fuerte y brazo
extendido…por eso, ahora traigo aquí las primicias de los frutos del suelo que
Tú, Señor, me has dado”. (Dt 26, 1)
Decía José Luis Martin Descalzo que convertirse es
“enamorarse nuevamente de Dios”, volver al primer amor. Cuando uno hace memoria
de donde le saco el Señor, amor con amor lo paga, y le entrega las primicias,
su mejor yo.
2. Salmo 90: Estás conmigo, Señor, en la tribulación
Si Jesús está con nosotros, por muy grande que sea la pena
no lo es tanto. Si en mi cruz está Jesús todo se convierte en luz, en gloria.
3. “Si tus labios confiesan que Jesús es el Señor y crees en
tu corazón que Dios lo resucitó…te salvarás” (1 Rom 10, 8).
No se puede decir más con menos. Gracias, Jesús, que
siempre sea tu confesor y tú me confesarás en definitivo día final.
4. “Jesús, lleno del Espíritu Santo, fue conducido por el
Espíritu al desierto donde fue tentado por el diablo durante cuarenta días” (Lc
4, 1)
Madre, tus ojos para mirarle, tus oídos para escucharle,
tu corazón para amarle. Si Él se dejó llevar por el Espíritu, si Él se dejó por
tentar, “no nos dejes caer en la tentación”, muy distinto a “no nos dejes en la
tentación”. Como decía Santa Teresa “siempre estamos en lucha”, militamos, con
la ayuda del Señor. La Cuaresma del Año de la Misericordia es una gran
oportunidad. Nos lo recuerda el Papa Francisco en su mensaje:
“La Cuaresma de este Año Jubilar, pues, es para todos un
tiempo favorable para salir por fin de nuestra alienación existencial gracias a
la escucha de la Palabra y a las obras de misericordia. No perdamos este tiempo
de Cuaresma favorable para la conversión….Lo pedimos por la intercesión materna
de la Virgen María, que fue la primera que, frente a la grandeza de la
misericordia divina que recibió gratuitamente, confesó su propia pequeñez
reconociéndose como la humilde esclava del Señor”
Robustecidos por las tentaciones
Entonces el Espíritu llevó a Jesús al desierto, para que
el diablo lo pusiera a prueba” (Mt 4,1)... Todo lo que Jesús sufrió e hizo
estaba destinado a nuestra instrucción. Ha querido ser llevado a este lugar
para luchar con el demonio, para que nadie entre los bautizados se turbe si
después del bautizo es sometido a grandes tentaciones. Antes bien, tiene que
saber soportar la prueba como algo que está dentro de los designios de Dios.
Para ello habéis recibido las armas: no para quedaros inactivos sino para
combatir.
Por esto, Dios no impide las tentaciones que os acechan. Primero para enseñaros que habéis adquirido
más fortaleza. Luego, para que guardéis la modestia y no os enorgullezcáis de
los grandes dones que habéis recibido, ya que las tentaciones tienen el poder
de humillaros. Además,
sois tentados para que el espíritu del mal se convenza de que realmente habéis
renunciado a sus insinuaciones. También sois tentados para que adquiráis
una solidez mayor que el acero. Finalmente,
sois tentados para que os convenzáis de los tesoros que os han sido dados.
Porque el demonio no os asaltaría si no viera que recibís un honor mayor. San
Juan Crisóstomo (c. 345-407), obispo de Constantinopla, doctor de la Iglesia Homilía sobre Mateo 13,1; PG 57,
207-209.