Domingo,
día de fiesta, pues el Señor ha resucitado; día de Iglesia, hoy todos los
cristianos del mundo nos reuniremos en torno al altar. Hagamos que el domingo
sea un día especial, con la Eucaristía en el centro, ofrezcamos cada una de las
actividades que vamos a realizar.
Hace poco escuché que comentaba una persona que empezó a
soñar cuando conoció a Jesús. Hoy Dios nos invita a soñar, nos señala las
estrellas y nos pide que las contemos, nos hace soñar cosas grandes, imposibles
para nosotros y sobre todo nos invita a confiar en EL. Ofrecerle nuestros
sueños para que EL los haga realidad, gritar que “El Señor es mi luz y mi
salvación” y confiados saber que no hay nada a lo que temer, ni nada de lo que
EL no sea capaz.
También os invito a que en el momento que guardamos para
hablar y estar con Él nos dediquemos a alabarle, sin pedir nada, simplemente
alabarle y decirle lo maravilloso que es con nosotros. Saber que está ahí
esperándote, y decirle: Señor, qué bien se está aquí.
María, madre nuestra, hazme vivir este domingo en tu
corazón, desde tu corazón, para tu corazón, por tu corazón.
