27 febrero 2016. Sábado de la segunda semana de Cuaresma – Puntos de oración

Hoy nos presenta la Iglesia una de las tres parábolas de la misericordia, que nos narra el capítulo 15 del evangelio de S. Lucas, es la parábola del hijo pródigo. De las tres parábolas, es la más bella, la más profunda, y la más completa.
Es una respuesta de Jesús a las críticas que le hacen los escribas y fariseos, cuando le ven recibiendo y comiendo con los pecadores, los "proscritos" en Israel. El Señor ya había dejado claro que Él había venido a salvar a los pecadores y no a los que se consideraban justos, y no creían tener necesidad de salvación.
La primera reflexión que podíamos hacernos en nuestra oración de hoy, bien podría ser la siguiente: ¿Por qué el padre de familia no salió en su búsqueda, como el pastor de la oveja perdida o la mujer de la moneda..., sino que esperó a que regresara...? Algunos, se pierden en la vida debido a su propia necedad..., otros por descuido de quienes tienen responsabilidad sobre ellos..., pero en este caso, más bien creemos que la pérdida fue debida a al libre albedrío del hijo, y el padre tenía que esperar hasta que el hijo recapacitada, se sintiera quebrantado y estuviera dispuesto a regresar... Si aplicamos este hecho a nuestras vidas, nos daremos cuenta de la enorme responsabilidad que tenemos, ante el ejercicio de nuestra libertad...
La segunda reflexión que os brindo consistiría en ponderar los signos con los que el padre cubre la desnudez de su hijo: El manto, el calzado y el anillo, demuestran que no es un sirviente, sino que es el hijo, a pesar de lo que ha hecho y de cómo vuelve.., y es que la dignidad de hijos de Dios nunca se pierde...
La tercera reflexión, no puede por menos de llevársela el hijo mayor, con sus actitudes, sus palabras, y sus sentimientos... Al enterarse de lo que ocurría en la casa, no quiso entrar... Cuando escucha a su padre, no solo no lo entiende, sino que lo acusa y lo condena... Yo os invito a que nos revisemos un poco a la luz del hijo mayor, pues quizás podamos descubrir lo que no sabíamos y quizás éramos... No vaya a ser que nos quedemos fuera de la fiesta del gozo y de la alegría de Dios, al final de nuestra vida de fidelidad...

¡Cuánto podemos aprender en la vida, si somos capaces de ponderar la vida de los demás a la luz de los ojos del Padre de los Cielos...! ¡Y cuanto podemos perder, si solo nos vemos a nosotros mismos, en nuestras pequeñas o grandes fidelidades de cada día...! ¡Es necesario que salgamos de nosotros mismos para ponderar lo que no somos…, lo que no tenemos…, o lo que creemos ser, sin serlo...; solo así veremos con los ojos del Padre, amaremos con el corazón del Padre, y seremos como el Padre, hombres y mujeres misericordiosos...

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