* Primera
lectura: "No quiero la muerte del pecador". Dios abre su
corazón: no quiere la muerte. Él es el Dios vivo, el Dios que da la vida, el
Dios que vence a la muerte. Dios
no quiere la muerte, sino que la increpa con dura voz: "Oh muerte, ¡yo
seré tu muerte!" (Os 13,14).
La condición para que el pecador viva es simplemente que
se aparte de aquello que le mata, es decir, del pecado. Así pues, arrepentirse es un
acto de supervivencia y un modo sencillo y directo de amarse rectamente a sí
mismo; esto es ser inteligente. Además,
por la humildad, vivimos con serenidad y paz nuestra condición de criaturas. Cosa que es bueno saber en todo
tiempo pero que resulta tanto más saludable en el tiempo de cuaresma, tiempo
por excelencia para arrepentirnos de nuestras culpas.
Toda la conversión es la historia de un hombre que deja lo
que le mata y se vuelve hacia quien es su Vida. Y así como el que se vuelve al
sol necesariamente es iluminado, así
también quien vuelve a mirar a Dios es vivificado.
* Salmo
129: La auténtica reconciliación no sólo lleva a perdonar las
faltas de quienes nos hayan ofendido, sino que debe llevarnos a dar al olvido
todo aquello con lo que fuimos dañados por los demás. Cuando Dios nos perdona
en verdad olvida nuestras culpas y se alegra porque hemos vuelto a Él y nos
recibe como a hijos suyos, sentándonos nuevamente a su mesa y calzando nuestros
pies con sandalias nuevas para convertirnos nuevamente en testigos suyos en los
caminos del mundo. Confiemos siempre en el amor del Señor y en su misericordia.
Pero, al mismo tiempo,aceptemos el compromiso de dar a conocer a los demás
lo misericordioso que Dios ha sido para con nosotros para que también ellos
vuelvan al Señor y experimenten su amor.
* Evangelio: Dejamos la palabra a San Agustín (354-430) obispo de Hipona (África
del Norte) doctor de la Iglesia, en el Sermón 211, 5-6; SC 116, pag. 169
“Ve y reconcíliate con tu hermano”
“Hermanos, que no haya desavenencias entre vosotros en
estos días santos de Cuaresma. ...Tal vez, en el pensamiento os decís: “Quiero
hacer las paces, pero es el hermano que me ha ofendido...y no quiere pedir
perdón.” ¿Qué hacer entonces?... Hace falta que se interpongan entre vosotros
unos terceros, amigos de la paz... En
cuanto a ti, sé pronto para perdonar, totalmente dispuesto a perdonarle su
falte desde el fondo del corazón. Si estás del todo dispuesto a perdonarle la
falta, de hecho, ya le has perdonado.
Aun te falta orar: ora por él para que te pida perdón
porque sabes que no es bueno para él no hacerlo... Di al Señor: Tú sabes que yo
no he ofendido al hermano...y le perjudica haberme ofendido; en cuanto a mí, te
pido de corazón que le perdones.”
Esto es lo que tenéis que hacer para vivir en paz con
vuestros hermanos..., para celebrar la Pascua con serenidad y vivir la Pasión
de aquel que no debía nada a nadie y que, no obstante, ha pagado la deuda por
todos, Nuestro Señor Jesucristo que no ha ofendido a nadie y, por
así decirlo, ha sido ofendido por todo el mundo. No ha pedido castigo sino que
ha prometido recompensas...
A él mismo le hacemos testigo en nuestro corazón: si hemos ofendido a alguien,
vamos a pedir perdón; si alguien nos ha ofendido, estamos dispuestos a perdonar
y a orar por nuestros enemigos”.
Oración final:
Dios de misericordia, remedia con el amparo del cielo
nuestro desvalimiento, para que, cuantos celebramos la memoria de la inmaculada
Virgen María, Madre de Dios, podamos, por su intercesión, vernos libres de
nuestros pecados. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.