Hay
tanto y tan bueno para meditar en este santo tiempo de Cuaresma en el cual la
Liturgia de del tiempo que nos propone la Iglesia está tan bien cuidado y
preparado para los fieles que solo siguiendo con atención las lecturas de cada
día, nos están incitando a la conversión continuamente.
Por eso comencemos invocando al Espíritu Santo que abra
nuestra inteligencia y mueva nuestra voluntad para que su Palabra como semilla,
caiga en nuestra alma como en tierra buena para que dé el máximo fruto:
¡Ven Espíritu Santo! Ilumínanos, muévenos, conviértenos para que nos acordemos
de “Eres polvo y al polvo
volverás”, “convertíos y
creed en el Evangelio” (Miércoles
de Ceniza); “¡Oh Dios!, crea
en mi un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme” (jueves); “Señor, enséñanos tus caminos,
instrúyenos en tus sendas” (viernes); “No he venido a llamar a los
justos, sino a los pecadores” (sábado); “No solo de pan vive el hombre,
sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (domingo); “Tus palabras, Señor, son espíritu
y vida” (lunes); “Cuando uno grita, el Señor lo
escucha y lo libra de sus angustias” (martes).
Y hoy 17, miércoles, podemos tomar la frase del salmo 50: “Un corazón quebrantado y humillado
tú no lo desprecias”. Es el salmo de la misericordia al que podemos volver
en este momento y leerlo para seguir preparando los puntos para la meditación
de hoy:
a) Misericordia, Dios mío; por tu bondad, por tu inmensa
compasión,…
b) ¡Oh Dios!, crea en mí un corazón puro,… (que ya hemos leído como
versículo antes del Evangelio en días anteriores).
c) Los sacrificios no te satisfacen,… un corazón quebrantado y
humillado, tú no lo desprecias (que es la de hoy miércoles).
Cualquiera de ellas nos puede servir para hacer una
oración del corazón que consiste en que al ritmo que respiras, sin prisas
vas recitando la frase, palabra por palabra, sin prisas hasta acabarla y
acompañado de la respiración la vuelves a recitar y vendrán las sugerencias al
corazón, y vueltas hacia Él: Sí, Señor, un corazón quebrantado, como el tuyo
por la salvación y conversión de todos los hombres,… humillado, desapareciendo,
subir bajando, “para aspirar a
la santidad, es preciso creer que nuestra nada, pequeñez y miseria, son los
escalones imprescindibles para bajar a esta cumbre, que solemos poner en la
altura y, por el contrario, se encuentra bajando” (Abelardo, en la meditación para este
día). Y así discurrir por donde nos lleve el Espíritu con ese fondo musical de
la frase que hemos tomado: “Un
corazón quebrantado y humillado, tu, Señor, no lo desprecias”. Dame un corazón así, Señor como el
tuyo, como el de tu Madre,…
Cualquier texto delas lecturas de este día y de las
de cada día nos ayudarán a hacer este tipo de oración: “Vio Dios cómo se convertían de su
mala vida, -los habitantes de Nínive- tuvo piedad de ellos. Ellos se
convirtieron” (¿y yo?)
Acabo con el último párrafo de la meditación de Abe para
este día que no tiene desperdicio:
“Se triunfa en la Cruz, es decir, subiendo al leño en
que Jesús figura como primer modelo de amar la humillación, y nos ofrece a su
Madre para que en ella encontremos compañía y fortaleza en nuestra cruz de cada
día”.