En el siglo XVI unos 2.000 japoneses se
convierten gracias a las palabras de san Francisco Javier. Tres décadas después
el número de católicos ha ascendido notablemente y, ante un edicto de
persecución emitido por el emperador, 26 cristianos mueren aplaudidos por un pueblo
alegre dispuesto a morir si es necesario.
En nuestro cómodo occidente del
siglo XXI, ¿estamos dispuestos a llevar con alegría que no siempre se nos
entiendan nuestras decisiones cristianas? ¿Dispuestos a que hablen mal de mí
mis compañeros, mis familiares o incluso amigos? ¿Que se rían de mí, o
posiblemente a quedarme sin un puesto de trabajo? Porque esta aparente
comodidad se puede ir; y ¿entonces tendré el coraje de seguir siendo
cristiano? ¿O diré “No merece tanto la pena”, “Yo no sirvo para esto”?
Las grandes decisiones se
preparan con muchas pequeñas decisiones en nuestro campo de aprendizaje, que es
nuestra vida cotidiana; ofreciendo el día por alguien desde la primera acción
de todas (que es levantarse de la cama cuando toca); no buscando todo el rato
la realización de mis propios caprichos, sino buscando el bien del prójimo (en
el presente, pasado y futuro); amando en cada acción…
No es fácil, lo sabemos. Ser
seguidor de Cristo es difícil, pero aún es más hermoso y apasionante, y
por eso pedimos ayuda a la Virgen María, para que de su mano, podamos avanzar
en el camino de conocer al Señor, purificando nuestros pecados para tener un
corazón puro y mártir, que Le pueda ver cara a cara.