26 febrero 2016. Viernes de la segunda semana de Cuaresma – Puntos de oración

Mt 21, 33 - 46
Al iniciar la oración, como nos indica san Ignacio, debo caer en la cuenta de que Dios me está esperando, ponerme en su presencia, escuchar lo que Él quiere decirme y contarle lo que yo tengo en mi corazón.
En este tiempo fuerte de Cuaresma que la Iglesia nos propone para que en el Año de la Misericordia no nos cansemos de pedir la conversión, siempre nos estamos convirtiendo, tenemos este rato de oración con el pasaje evangélico que hoy nos propone la liturgia.
Esta parábola de los viñadores homicidas es un buen resumen de la historia de la salvación de cada uno de nosotros por Dios. El hijo del dueño de la viña es arrojado de ella y asesinado fuera de la viña por aquellos a los que el dueño se la había arrendado. Es una alusión manifiesta a la muerte de Jesús fuera de Jerusalén.
La viña que empezó representando al pueblo de Israel, ahora representa a la Iglesia, por tanto los nuevos arrendatarios de la viña somos cada uno de nosotros de lo que Dios Padre espera frutos fecundos y abundantes.
La parábola es una llamada a la conversión para que abramos los ojos y reconozcamos a Jesús como el hijo de Dios enviado a recoger los frutos. Los primeros cristianos al orar esta parábola, la entendieron como una advertencia de Cristo y como una invitación del Señor a dar frutos según Dios, puesto que se la habían confiado. La fe y la oración han de reflejarse en frutos para no defraudar las esperanzas del Señor en este tiempo que nos ha tocado vivir.
Para que sea eficaz en nosotros esta parábola, nos la hemos de aplicar personalmente. Debemos  producir frutos de conversión y misericordia en este tiempo cuaresmal para que seamos unos viñadores que los frutos que recolectamos los ponemos a la disposición del dueño de la viña y de todos los hermanos y así no nos adueñaremos de aquello que no nos corresponde, de esta forma no caeremos en la tentación de convertirnos en homicidas.
Antes de terminar la oración hagamos un pequeño repaso de cómo van calando en nuestro corazón las enseñanzas de Jesús y pidamos a la Virgen de Lourdes que nos ponga junto a su Hijo para que con nuestro ejemplo evangélico de amor, humildad y misericordia sincera robustezca a los vacilantes, que guiados por su Espíritu caminemos juntos por el camino de la verdad y así el mundo crea y se convierta.

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