3 febrero 2016. Miércoles de la cuarta semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

1.    Oración preparatoria: hacemos la señal de la cruz y nos ponemos en la presencia de Dios. Invocamos la ayuda del Espíritu Santo y rezamos mentalmente la oración preparatoria de Ejercicios (EE 46): “Señor, que todas mis intenciones, acciones y operaciones sean puramente ordenadas en servicio y alabanza de tu divina majestad.”
2.    Petición. Pedimos por los frutos del Año Jubilar de la Misericordia que comenzó el pasado 8 de diciembre y que se cerrará el próximo 20 de noviembre.
3.    Composición de lugar. (una imagen que nos ayude a centrar la imaginación al hacer la oración): Jesús predicando en la sinagoga de su pueblo, donde se había criado, Nazaret.
4.    Puntos para orar: Hoy volvemos a contemplar en el evangelio la escena que veíamos el domingo pasado. Jesús predica en la sinagoga de su pueblo Nazaret. Allí estuvo asistiendo a rezar y a participar de la enseñanza que se impartía, durante toda su vida, desde que regresó de Egipto. Jesús se había comportado durante su vida oculta como un israelita normal. Nadie se imaginaba, al verle predicar en su pueblo, que en Jesús estaban encerrados todos esos tesoros de sabiduría y esa capacidad de hacer milagros. Había pasado desapercibido entre sus conciudadanos. Y al tener noticia de las maravillas que hace y al oír allí mismo la sabiduría con la que habla, en vez de aceptarle como Mesías y colaborar con él, se escandalizan y se cierran a su mensaje.

En esta escena se cumple lo que Simeón había dicho sobre Jesús a su madre “Este ha sido puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten. Será signo de contradicción para que se pongan de manifiesto los pensamientos de muchos corazones” (cf. Lc 2, 34-35). Y Jesús molesta a muchos de sus conciudadanos. No soportan no haberse dado cuenta antes de que vivían al lado de un profeta. La envidia les hace cerrar su corazón y rechazarlo hasta llegar a intentar despeñarlo (cf. Lc 4, 21-30)
¡Señor, que no nos acostumbremos a tu presencia! Que siempre estemos abiertos a las novedades que nos traes. Que no seamos cristianos rutinarios que no aceptan los milagros que puedes y quieres hacer en nuestras vidas porque ya nos las sabemos todas, porque hemos “convivido” contigo durante años y años y ya no esperamos más de ti. Que el peligro de la rutina no nos aceche, sino que me abra a la novedad continua de la salvación que me traes, Jesús. Quieres hacer milagros en mi vida. Que no me hunda en la mediocridad y me aleje molesto y decepcionado de la salvación y los milagros que quieres traer a mi vida.
Una buena forma de orar puede ser leer atenta y lentamente el salmo responsorial que nos propone la iglesia hoy. Es el salmo 31, un salmo penitencial:
Dichoso el que está absuelto de su culpa,
a quien le han sepultado su pecado;
dichoso el hombre a quien el Señor no le apunta el delito.
Había pecado, lo reconocí, no te encubrí mi delito;
propuse: «Confesaré al Señor mi culpa»,
y tú perdonaste mi culpa y mi pecado.
Por eso, que todo fiel te suplique
en el momento de la desgracia:
la crecida de las aguas caudalosas no lo alcanzará.
Tú eres mi refugio, me libras del peligro,
me rodeas de cantos de liberación.

5.    Unos minutos antes del final de la oración: Diálogo con la Virgen. Pedirla que nos abra al mensaje de su hijo. Avemaría.

6.    Examen de la oración: ver cómo me ha ido en el rato de oración. Recordar si he recibido alguna idea o sentimiento que debo conservar y volver sobre él. Ver dónde he sentido más el consuelo del Señor o dónde me ha costado más. Hacer examen de las negligencias al preparar o al hacer la oración, pedir perdón y proponerme algo concreto para enmendarlo.

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