Pongo para empezar un texto que hemos
leído hace 21 días, preparando la Gran Venida del Señor, en una Gran Avenida que es nuestra
vida. Todo ello ahora suena
más cerca, más fuerte, incluso con más premura pues las palabras de Juan,
“Convertíos,… grita en el desierto: está cerca el reino de los cielos, preparar el camino al Señor,” desde
entonces ya tenemos que haber hecho una Gran Avenida para que entre dentro de
nuestro corazón y nos descubra todo lo que hace:
Por aquellos días,
Juan el Bautista se presentó en el desierto de Judea, predicando: «Convertíos,
porque está cerca el reino de los cielos». Éste es el que anunció el profeta
Isaías, diciendo: «Voz del que grita en el desierto: "Preparad el camino
del Señor, allanad sus senderos"» Juan llevaba un vestido de piel de
camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y
miel silvestre. Y acudía a él toda la gente de Jerusalén, de Judea y de la
comarca del Jordán; confesaban sus pecados; y él los bautizaba en el Jordán. Al
ver que muchos fariseos y saduceos venían a que los bautizará, les dijo: «¡Raza
de víboras!, ¿quién os ha enseñado a escapar del castigo inminente? Dad el fruto
que pide la conversión. Y no os hagáis ilusiones, pensando: "Tenemos por
padre a Abrahán", pues os digo que Dios es capaz de sacar hijos de Abrahán
de estas piedras. Ya toca el hacha la raíz de los árboles, y todo árbol que no
dé buen fruto será talado y echado al fuego. Yo os bautizo con agua para que os
convirtáis; pero el que viene detrás de mí es más fuerte que yo y no merezco ni
llevarle las sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego. Él tiene el
bieldo en la mano: aventará su parva, reunirá su trigo en el granero y quemará
la paja en una hoguera que no se apaga»
Él os bautizará con
Espíritu Santo.
Esto lo explica el
Papa Francisco extraordinariamente comentando este texto en una ocasión: “La
nueva lógica de la fe está centrada en Cristo que nos salva, bajando a la
tierra y resucitando entre los muertos, abraza el camino del hombre y viene a
habitar en nuestros corazones (esto es la Navidad que tenemos a las puertas
¡ya!), mediante el Espíritu Santo que nos transforma interiormente, que habita
en nosotros, ilumina el origen y le final de la vida, el arco completo de la
vida humana (ese maravilloso arco iris que quiere hacer de cada uno). En
la fe, el “yo” (nosotros, tú y yo, cada uno) se ensancha para ser habitado por
OTRO, para vivir en OTRO y
así su vida se hace más grande en el Amor. En esto consiste la acción propia
del Espíritu Santo. Y podemos tener los
ojos de Jesús, sus sentimientos, su condición filial, porque se hace partícipe de su Amor, que es el Espíritu… sin esta conformación en el
Amor, sin la presencia del Espíritu que lo infunde en nuestros corazones, es
imposible confesar como Señor a Jesús.
Así somos bautizados
con el Espíritu, acción que
comienza en el bautismo y se prolonga a largo de la vida a través de la oración
y los sacramentos y esta acción se realiza en esta preparación de la oración que haces y en el rato
de oración que la debe seguir.
¿Cómo no cuidar
estos aspectos de la vida espiritual, el silencio, la preparación, los puntos,
el lugar, el tiempo,...? Por eso el P. Morales lo compara a un sistema de relojería
que hace que las manillas siempre estén en su punto, como buen discípulo de san
Ignacio. Cuidemos estos detalles, seremos esos contemplativos en la acción que
nos pide la Inmaculada y recitemos con Ella estas ‘antífonas en Oh’que la
liturgia pone en sus labios y en los nuestros a través de la Liturgia:
¡Madre, enséñame a
vivir en vigilante y anhelosa espera!