8 diciembre 2016. La Inmaculada Concepción de la Virgen María – Puntos de oración

Hoy es un día grande. Hoy es un día para la alegría, un día para la fiesta.  En medio de la preparación para la Navidad, hacemos un alto en el camino para festejar que la esperanza en la promesa del Padre es ya una realidad. Hoy celebramos el compromiso de Dios con la Humanidad al preservar a uno de sus miembros del pecado. Hoy es una fiesta fundamentalmente teocéntrica porque celebramos, como el papa Francisco dice, que Dios nos “primerea”. Antes de que María pronuncie su SÍ, su Hágase, Dios confía y apuesta por nosotros. Dios actúa como si lo que está por venir fuera ya presente. Hoy celebramos que, antes de dar nosotros el paso -en el Sí de Cristo-hombre y en el Sí de María-, Dios obra la Redención “por su cuenta”. En una mujer se da el milagro de que el Pecado Original no tenga poder. No le importa que la realización de toda la obra dependa de nuestro sí -del Sí de María-. No le importa que su maravilloso don pueda perderse al no estar todavía consolidado por la aceptación del hombre. Dios se arriesga y apuesta por nosotros.
Y Dios sigue arriesgándose. La Concepción de María fue la primera de las apuestas riesgosas del Señor. Por eso celebramos este día con tanta alegría. Más en este año en que acabamos de clausurar el Jubileo de la Misericordia. Este es un día para recordar con alegría tantas gracias que el Señor derrama sobre nosotros. Un día no sólo para agradecer, sino, sobre todo, para hacerlas vivas. Es un día para recuperar los talentos que Dios nos ha dado y ponerlos al servicio de los demás “para que nuestra alegría sea completa”. Ese es el sentido del texto del Evangelio: a la gracia de la Inmaculada Concepción María responde con un Sí. Acoge esa gracia y la pone a fructificar, como sabemos, saliendo corriendo al encuentro de su prima Isabel. Nosotros también. Descubramos hoy, al calor de la mirada de la Madre, cuáles son nuestras Isabeles para ver en ellas, lo primero, el rostro de Dios que nos sonríe a la espera de recibir los talentos que ha puesto en nosotros.

Este es un día para renovar nuestro compromiso cristiano muy cerquita de la Virgen. En un ambiente sencillo y de familia como era la casa de Nazaret. Es un día para descubrir cómo el mejor reflejo del amor de Dios lo encontramos en Nuestra Madre, porque sólo desde su Amor que nos atrae podremos decir Sí como María. Por eso este es un día para alabar. Un día para adorar. Los textos del salmo y de la carta de San Pablo nos pueden ayudar. Quizá esta última para ir recordando esas misericordias de Dios recibidas durante el año transcurrido. Ir saboreando sus palabras que nos conduzcan a decir “Sólo Tú, Señor”.

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