En este tiempo de Navidad nos dejamos
iluminar por el gran regalo que Jesús Niño nos trae, que no es otro que la
confianza en alcanzar, sin mérito alguno nuestro, la vida eterna.
Si este mayor regalo, que ninguno
otro pueda soñarse mayor, lo recibimos gratuitamente de la sonrisa de un Niño,
a través de la cual se nos ofrece la comunión con la vida de Dios, se nos está
indicando el camino que debemos recorrer en esta vida temporal y pasajera.
Y el camino es: Alegrarse de recibir
gratuitamente tantos bienes y dones… Acogerlos, reconocerlos y dar gracias…
Ponerlos a disposición de Dios y de los hermanos…
Ante Jesús Niño, en presencia de su
Madre y de San José, y del coro inmenso de los ángeles del cielo, y de la
inmensa muchedumbre de todos los santos, que son como los pastores que reciben
la noticia y glorifican al Dios en el cielo y en la tierra, repetimos el
coloquio de los Ejercicios, con mucho afecto:
¿Qué ha hecho Cristo por mí,
qué hace Cristo por mí,
qué quiere hacer por mí?
qué hace Cristo por mí,
qué quiere hacer por mí?
Todo lo sucedido y vivido en este año
que acaba, todo lo que vendrá en el próximo año nuevo y en los siguientes hasta
el fin de mi vida, está marcado por la presencia del dulce Niño de Belén y su
promesa de vida en plenitud y santidad: Al fin, todo es gracia.
Vivir pendiente de la voluntad del
Padre, reconocida, adorada y cumplida como gracia presente, en cada instante…
Prepararse para acoger la mayor de las gracias, la vida eterna, cuando el Padre
disponga. En definitiva, vivir como los tres de Belén, colgados de la
providencia del Padre, en la fe y la confianza de que el amor de Dios está
activo y no me abandona nunca, más bien, lo dispone todo para mi bien y
crecimiento en santidad. Un amor que me espera, si se puede decir así, con
ansiedad, con esperanza, para colmarme de su inmensa sobreabundancia.
Si alcanzamos en la oración el
sentimiento interior de sabernos amados ahora gratuitamente, y esperados en el
cielo con alegría y grandes deseos, entonces podremos continuar nuestro triple
coloquio:
¿Qué he hecho por Cristo,
qué hago por Cristo,
qué debo hacer por Él?
qué hago por Cristo,
qué debo hacer por Él?
Que la Virgen de Belén, con su
humildad y ternura, y San José, con su servicialidad y asombro, nos introduzcan
en el camino del agradecimiento y la apertura a la gracia de Dios, que inicia y
cumple en cada uno de nosotros todo bien. Así superaremos el vértigo que
provocan nuestras limitaciones y miserias y con ánimo interior renovado
proseguiremos el camino de la santidad en
el año nuevo.