El Aleluya de este Domingo 4º de
Adviento: “Mirad: la Virgen
concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Enmanuel, Dios-con-nosotros”. Se repetirá en el texto del
Evangelio de hoy
José, después de la lucha que libró
ante la duda de aceptar o denunciar a su mujer María, porque esperaba un hijo…
por obra del Espíritu Santo… Ante esta situación, había tomado la resolución de
repudiarla en secreto… Trató de descansar, dormir. Se le apareció en sueños un
ángel del Señor que le dijo: “José, hijo de David, no tengas reparo… Cuando
José se despertó, hizo lo que le había dicho el ángel del Señor y se llevó a
casa a su mujer”.
Vamos a intentar meternos en la
escena, “como si presente me hallara” como nos dice san Ignacio.
Ante este misterio, cuando los argumentos que buscamos no nos llevan a
ninguna parte, cuando todo esfuerzo humano es incapaz de encontrarle sentido…
entonces, cuando la persona ya no puede más, ni entiende nada, el poder del Espíritu Santo…
hasta en sueños le hace comprender a José, y con tal fuerza, que cuando se despertó, siguió con
sencillez el mandato del ángel. Rasga las apariencias de los acontecimientos… y
descubre la voluntad de Dios.
¿Cómo actualizo cada día mi vida de
fe? Este es el momento de fortalecer nuestra fe.
Podemos sacar algunas lecciones
siguiendo las orientaciones del Papa Francisco cuando comentó estos versículos en su
viaje a Filipinas (enero 2015) ante miles de familias. La síntesis de su
discurso puede ser:
- Hay que descansar en el Señor, como José, para poder recibir el mensaje de Dios. Y se descansa dedicando un tiempo, todos los días, a la oración con toda la familia unida.
- Después, levantarse con Jesús y María para protegerles. Tienen que huir a Egipto y hacer frente a las adversidades y superarlas. ¡Cuántas dificultades a superar hoy para que cada familia pueda vivir con alegría y esperanza cristiana! Hay una lucha sin cuartel por todos los medios para destruir a la familia.
- Ser una voz profética. Cada familia, tiene que ser profeta y apoyar a otras familias en situaciones de grandes dificultades, especialmente a los niños sin padres y a los ancianos abandonados.
Mirando a la Virgen nos ofrecemos para descansar,
levantarnos y dar testimonio de
la alegría y la belleza de vivir como la familia
de Nazaret.