12 junio 2019. Miércoles de la X semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración


Al comenzar nuestra oración seguimos la recomendación que el mismo Jesús hizo a los apóstoles cuando le pidieron: Maestro, enséñanos a orar.  “Cuando oréis, decid: Padre nuestro…” y así, muy despacio, saboreando cada una de las palabras del padrenuestro nos vamos serenando y enfocando nuestra atención en la morada interior donde habita Dios.
En la primera lectura, san Pablo nos recuerda nuestra limitación para entender el plan de Dios para cada uno y para toda la humanidad; y aún menos capacitados para merecer apuntarnos algo, como realización nuestra. Pero esto no quiere decir que nos tengamos que cruzar de brazos y estemos a verlas venir. Nuestras capacidades nos vienen de Dios, de su parte lo recibimos todo. Por el bautismo hemos quedado unidos a Cristo como un cuerpo está unido a su cabeza. Y de la cabeza le vienen al cuerpo sus capacidades, su coordinación, su sentido. Un cuerpo sin cabeza no puede hacer nada, tampoco nosotros sin Cristo. Pero ¿qué es lo que Cristo quiere que hagamos, para qué nos ha capacitado? Nos ha capacitado para ser ministros de una alianza nueva: no de código escrito, sino de espíritu; porque la ley escrita mata, el Espíritu da vida. San Pablo se refiere a nuestra misión como discípulos de Jesús. Una misión nueva, diferente a la del Antiguo Testamento basada en la ley escrita sobre piedra por Moisés. Esa ley antigua era resplandeciente, pero ahora ha quedado eclipsada por el resplandor de Cristo, por la gloria de la Trinidad. En el evangelio de hoy Jesús dice: «No creáis que he venido a abolir la Ley y los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud.»
¡Qué misterio tan grande es que Dios cuente con nosotros, que confíe en nosotros! Esto no se entiende con la pura inteligencia, es necesario orarlo, pasarlo por el corazón. Somos vasijas de barro que contienen a Dios, estamos consagrados a Dios y por ello podemos dar a Dios. La oración es justamente para caer en la cuenta de este misterio y salir a compartirlo con los demás, empezando por los más próximos, por lo de casa y por los amigos. Para esta tarea no estamos desprovistos de fuerza y de energía, tenemos el Espíritu Santo que nos da lo que necesitamos. Y también tenemos a la Iglesia y más en concreto a nuestra comunidad, a nuestro grupo en el que podemos apoyarnos.
Poco a poco nos vamos acercando a la especial renovación de la consagración de España al Corazón de Jesús en su primer centenario. Cada día podemos meternos más a fondo en este divino Corazón, calar más en su inmenso amor incondicional hacia cada uno de nosotros.
El sentir de los puntos de esta oración de hoy se puede resumir en las siguientes palabras de Abelardo de Armas:
“Tienes muy cerquita a la Madre Virgen. Y el Corazón de Jesús vive dentro de ti. Él te ama muchísimo y por eso realiza esas cosas en ti. Él es tu fuerza, tu vida, tu amor, tu gozo y tu apoyo en las miserias que nunca nos faltan para que seamos humildes y no podamos atribuirnos ningún mérito propio”.
Abrazar las miserias y hacerse pequeño supone intentar mantener a diario nuestro amor a los Corazones de Jesús y María. No desentenderse por nada. Recordar cada día que el Corazón de Jesús me amó y se entregó a la muerte por mí”.
“Y el Corazón de María ve en nosotros el Dios que vive en unidad de inmenso amor, y nos sostiene junto a Él a pesar de nuestras pequeñeces y miserias”.

Archivo del blog