“Para que encontréis la paz en mí”
Pedir este don, el de la paz de
Jesús, a su madre querida. Ella, reina de la paz del corazón, sabe la
necesidad que tenemos de vivir en esa paz que nada ni nadie puede arrebatar.
Estamos preparando con ilusión la fiesta
de Pentecostés. La venida del Espíritu Santo a nuestros corazones. En el caso
de S. Pablo, cuando impuso las manos a aquellos varones en Éfeso, les
hizo hablar en lenguas extrañas y profetizar. Quizás este año
podamos pedir la gracia de no dejar sólo a Jesús en nuestras pruebas. Y esto lo
hacemos porque no sabemos mantener nuestro corazón en paz en medio de las
mismas.
Profundizando algo más nos damos cuenta
de que, cuidar la amistad con el Padre, a través del Hijo y a impulsos del E.
Santo, es el modo de permanecer en las pruebas. Porque, no estoy solo,
pues está conmigo el Padre. Sobre esta base firme, de granito, ya es
posible afrontar lo que venga, tendréis luchas; pero tened valor: yo he
vencido al mundo. Si algo tiene Jesús es que no nos engaña al anunciarnos
pruebas. Pero tampoco nos va a dejar solos, nuestra victoria se basa en la
suya.
Pedimos a S. José que nos alcance de su
esposa la gracia de prepararnos y disponernos a vivir un Pentecostés en
apertura y disponibilidad al Señor.