Para el militante cristiano la carta de
san Pablo es una preciosidad que le puede ayudar a hacer un jugoso rato de
oración. Una oración que puede presentar en primer lugar los rostros y anhelos
de nuestra misión. Nos presentamos ante el Señor y le decimos:
- “Aquí estoy para recordarte que cuides de la viña que me has encomendado”
(y ponemos nuestro grupo de catequesis o de Milicia, o nuestros alumnos o
nuestros amigos o compañeros de clase o de trabajo o nuestra propia familia…).
Será bueno decir nombres de las personas que llevo en el corazón. Y luego poner
las necesidades materiales y espirituales que quiero ayudarles a conseguir.
Luego empezamos a meditar en las
palabras de san Pablo. Él que era un experto evangelizador y tocado por el propio
Jesucristo que se le apareció camino de Damasco, llega a decir que “llevamos
este tesoro de nuestro ministerio en vasijas de barro”. ¡Somos tan frágiles!
Solo es explicable soportar esta misión por la fuerza del propio Dios. “Nos
aprietan por todos lados, nos acosan, nos derriban…” pero siempre acabamos de
pie. Decimos:
- Aquí estoy para darte las gracias por mantenerme en pie, por poder
participar de tus tribulaciones y, de alguna forma, de tu muerte. No me importa
morir contigo porque sé que he de resucitar contigo. Dame la palabra oportuna y
el gesto adecuado para que sean los más posibles los que crean en ti y te
reconozcan como su Salvador y Señor.
Luego nos dejamos inundar de esta
sensación del soldado al final de la batalla o, salvando las distancias, del
deportista al final de la competición o del trabajador al final de una dura
faena… de la paz de la misión cumplida… De haber intentado mil cosas, de haber
vuelto a empezar otra vez con algo nuevo, de haber llevado la vasija del tesoro
de un lado para otro intentando no romperlo… y decimos:
- Aquí estoy descansando de la dura faena, mirando al horizonte vespertino
que me dice que más allá estará el descanso eterno. Tengo aquí a mi lado tu
vasija, con algún que otro agujero, pero todavía con capacidad de llevar tu
mensaje. Envíame donde quieras, a decir lo que quieras… Incluso aunque no sea
políticamente correcto ahora, como el mensaje de tu evangelio sobre el
matrimonio… Y, sin embargo, tan bonito y tan eficaz para dar satisfacción al
deseo de plenitud del ser humano. Aquí estoy, envíame.