Hoy vivimos en un mundo que no sabe cómo
ser verdaderamente feliz con la felicidad de Jesús, un mundo que busca la
felicidad de Jesús en todos los lugares equivocados y de la forma más
equivocada posible. Buscar la felicidad sin Jesús sólo puede conducir a una
infelicidad aún más profunda. Fijémonos en las telenovelas, en las que siempre
se trata de alguien con problemas. Estas series de la TV nos muestran las
miserias de una vida sin Dios.
Pero nosotros queremos vivir el día de
hoy con la alegría de Jesús. Él ruega a su Padre en el Evangelio de hoy «y digo
estas cosas en el mundo para que tengan en sí mismos mi alegría colmada» (Jn
17,13). Notemos que Jesús quiere que en nosotros su alegría sea completa. Desea
que nos colmemos de su alegría. Lo que no significa que no tengamos nuestra
cruz, ya que «el mundo los ha odiado, porque no son del mundo» (Jn 17,14), pero
Jesús espera de nosotros que vivamos con su alegría sin importar lo que el
mundo pueda pensar de nosotros. La alegría de Jesús nos debe impregnar hasta lo
más íntimo de nuestro ser, evitando que el estruendo superficial de un mundo
sin Dios pueda penetrarnos.
Vivamos pues, hoy, con la alegría de
Jesús. ¿Cómo podemos conseguir más y más de esta alegría del Señor Jesús?
Obviamente, del propio Jesús. Jesucristo es el único que puede darnos la
verdadera felicidad que falta en el mundo, como lo testimonian esas citadas
series televisivas. Jesús dijo, «si permanecéis en mí, y mis palabras
permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y lo conseguiréis» (Jn 15,7).
Dediquemos cada día, por tanto, un poco de nuestro tiempo a la oración con las
palabras de Dios en las Escrituras; alimentémonos y consumamos las palabras de
Jesús en la Sagrada Escritura; dejemos que sean nuestro alimento, para
saciarnos con su alegría: «Al inicio del ser cristiano no hay una decisión
ética o una gran idea, sino el encuentro con un acontecimiento, con una
Persona, que da un nuevo horizonte a la vida» (Benedicto XVI).
Fr. Thomas LANE
(Emmitsburg, Maryland, Estados Unidos)