8 junio 2019. Sábado de la VII semana de Pascua – Puntos de oración


Hacemos un primer esfuerzo por sentir la presencia de Dios a nuestro lado y que nos encontramos delante de toda la corte celestial. La Madre de Dios nos mira con amor.
Son muchos los motivos para alegrarnos en este día: Mañana es la fiesta de Pentecostés. Se acaban los días de la Pascua. Estamos celebrando el mes del Corazón de Jesús. También celebramos el centenario de la consagración de España al mismo Corazón de Jesús y además es sábado, un día especialmente dedicado a la Virgen.
Sin lugar a duda lo más importante es vivir este tiempo de preparación para la fiesta de Pentecostés: Jesús nos pide a sus discípulos que nos encerremos esperando la pronta venida del Señor; y los discípulos, junto con María, se quedaron en Jerusalén se quedaron esperando: vivir en cenáculo esta preparación es lo más importante que podemos hacer.
Nos encontramos ya a un día del domingo de pentecostés, a punto de recibir la gracia del espíritu santo.  De igual manera que el agua viva emanada de Jesús, la llegada el espíritu santo calma nuestra sed, nos vuelve a ofrecer frescor en cada pensamiento y hace perdurar aun con más fuerza nuestra fe cristiana.  
Con este mensaje, Jesús nos muestra la importancia de recibir el espíritu santo, algo vital en nuestra vida, como esa agua sin la cual no sería posible continuar el camino.
Nuestra convicción cristiana por tanto necesita de constante renovación, constante reafirmación en el amor a cristo.  Es por esto la importancia del día de pentecostés, pues refleja el momento del fortalecimiento en la fe, tras muchos periodos de sed y flaqueza.
Todo el Amor que podemos sentir en el Sagrado Corazón de Jesús se encuentra en el Espíritu Santo. El Espíritu es el que da la fuerza, la vida, el Amor, …
Por eso nuestra petición, nuestro grito en este día debe ser:
Ven, Espíritu divino,
manda tu luz desde el cielo,
Padre amoroso del pobre;
Don, en tus dones espléndido;
luz que penetra las almas;
fuente del mayor consuelo.
Ven, dulce huésped del alma,
descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo,
brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas
y reconforta en los duelos.
Entra hasta el fondo del alma,
divina luz, y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre,
si tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado,
cuando no envías tu aliento.
Riega la tierra en sequía,
sana el corazón enfermo,
lava las manchas, infunde
calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito,
guía al que tuerce el sendero.
Reparte tus siete dones,
según la fe de tus siervos;
por tu bondad y tu gracia,
dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse
y danos tu gozo eterno.

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