13 junio 2019. Jesucristo, sumo y eterno sacerdote – Puntos de oración


El jueves posterior a Pentecostés, la Iglesia en España cuenta con una fiesta litúrgica muy vinculada a nuestra tradición e historia. Es la fiesta de Jesucristo, sumo y eterno sacerdote.  El Señor ha sido constituido sacerdote en virtud de la unción con el Espíritu Santo recibida en la Encarnación. Y así se ha convertido en mediador de la nueva Alianza, que ha sido sellada con su propia sangre: Por eso, Jesucristo es a la vez sacerdote y víctima, el que hace la ofrenda y el que es ofrecido al Padre. Como vemos, el fundamento bíblico de esta fiesta está más que justificado en el despliegue divino de nuestra salvación. Esta festividad fuero movida especialmente en España por el P. José María García Lahiguera, antiguo obispo auxiliar de Madrid, y por la Congregación de hermanas Oblatas de Cristo Sacerdote.
"Jesucristo en verdad es sacerdote, pero sacerdote para nosotros, no para sí, al ofrecer al Eterno Padre los deseos y sentimientos religiosos en nombre del género humano. Igualmente, Él es víctima, pero para nosotros, al ofrecerse a sí mismo en vez del hombre sujeto a la culpa. Pues bien, aquello del apóstol: tened en vuestros corazones los mismos sentimientos que tuvo Jesucristo en el suyo, exige a todos los cristianos que reproduzcan en sí, en cuanto al hombre es posible, aquel sentimiento que tenía el divino Redentor cuando se ofrecía en sacrificio, es decir, que imiten su humildad y eleven a la Suma Majestad de Dios la adoración, el honor, la alabanza y la acción de gracias. Exige, además, que de alguna manera adopten la condición de víctima, abnegándose a sí mismos según los preceptos del Evangelio, entregándose voluntaria y gustosamente a la penitencia, detestando y confesando cada uno sus propios pecados (...)" (Pío XII. Mediator Dei).
Hoy es un día en el que podemos pedir más especialmente para que los sacerdotes estén siempre abiertos a todos y desprendidos de sí mismos, "pues el sacerdote no se pertenece a sí mismo, como no pertenece a sus parientes y amigos, ni siquiera a una determinada patria: la caridad universal es lo que ha de respirar. Los mismos pensamientos, voluntad, sentimientos, no son suyos, sino de Cristo, su vida" (Pío XII).
El sacerdote es instrumento de unidad. El deseo del Señor es "que todos sean uno" (Juan 17,21). Él mismo señaló que todo reino dividido contra sí será desolado y que no hay ciudad ni hogar que subsista si se pierde la unidad. Los sacerdotes deben ser solícitos en conservar la unidad (ver Efesios); y esta exhortación de San Pablo "se refiere, sobre todo, a los que han sido investidos del Orden sagrado para continuar la misión de Cristo"(Concilio Vaticano II).
Hoy es un día para agradecer a Jesús un don tan grande. ¡Gracias, Señor, por las llamadas al sacerdocio que cada día diriges a los hombres! Y hacemos el propósito de tratarlos con más amor, con más reverencia, viendo en ellos a Cristo que pasa, que nos trae los dones más preciados que un hombre puede desear. Nos trae la vida eterna.
Jesús es Sacerdote porque se ofreció a Sí mismo en la Cruz por la salvación del mundo. Así de grande es la Misericordia de Dios.  En el momento de la consagración escucharemos sus palabras: “Esto es mi Cuerpo que se entrega por vosotros. Esta es mi Sangre que se derrama por vosotros” (Cfr. Marcos 14,22-24). Y eso lo hizo Jesús voluntariamente, con total generosidad. Nadie se lo ha pagado, porque el amor no tiene precio. Lo único que nos pide Jesús es correspondencia. Amor con amor se paga.
María fue la Madre de Jesús, Sumo y Eterno Sacerdote. Ella, al pie de la Cruz de Jesús, ofreció a su Hijo por la salvación del mundo. Y, además, Ella misma se ofreció, juntamente con su Hijo. La Misericordia del Hijo llenó a su Madre, y la convirtió para nosotros en Madre de Misericordia.

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