“Haced con los demás lo mismo que
queréis que los demás hagan con vosotros”. Esta frase que tantas veces hemos
escuchado nos ayuda a entender el comienzo del Evangelio de hoy: Los perros no
necesitan de las cosas sagradas, los cerdos no se alimentan de perlas… Esto nos
hace reflexionar sobre lo que verdaderamente necesita nuestro prójimo. No
siempre coincide lo que nosotros creemos que es bueno para el prójimo, con lo
que este realmente necesita.
El Señor nos invita a dejar a un lado
mis prioridades para que sean las prioridades del Señor las que guíen mi vida
estando, no pocas veces, encarnadas en las necesidades del prójimo.
La puerta por la que el Señor nos llama
a cruzar, nos dice el Evangelio, es estrecha y pocos son capaces de
encontrarla. Encontrar la puerta estrecha supone recorrer el camino de la vida
buscando hacer la voluntad de Dios; la estrechez de la puerta nos hace entender
que no todo en esta vida nos conduce a la plena felicidad que se encuentra al
otro lado de la puerta.
La estrechez, nos invita a renunciar a
aquello que nos impide cruzar la puerta que nos conduce a Dios, y que tendremos
que cruzar al atardecer de nuestra vida.
· ¿Busco en mí día a día la puerta desde la que el Señor me está
llamando?
· ¿Soy capaz de renunciar a aquello que sé que me va a impedir
cruzar “la puerta estrecha”?